Cantó el himno. Abrazó a todos los que vinieron a saludarle. Saltó, lloró (de alegría esta vez) y expulsó toda la tensión de una temporada que arrancó torcida y se enderezó a tiempo, fundiéndose con los hinchas que lo esperaban a la puerta del Ramón Sánchez-Pizjuán. Abanderando una pancarta que, ahora sí, se podía enseñar con todas las de la ley: "Vamos a cantar el himno en Budapest". Dentro, saltó al césped, para que luego digan que sólo lo hace en el Benito Villamarín. Monchi, a quien se le atragantó el mercado estival pero que resurgió cual 'Ave Fénix' en el invernal, todavía medita si seguir o no como director deportivo del Sevilla FC. Como el equipo levante el 31 de mayo su séptima Europa League y se meta en Champions, no le van a dejar irse a México o a descansar. Porque, como bien decía Pepe Castro en el antepalco, el mes por excelencia de este equipo acabará con un nuevo 'Día D'. "¿Otra vez? Sí, otra vez", bromeaba el presidente.
Fue un jueves complicado. El árbitro no señaló un claro penalti a Óliver al filo del descanso, Szczesny parecía la reencarnación de Yashin y Ocampos no atinaba. En la segunda, más de lo mismo, pero, encima, Vlahovic la coló nada más salir. Mendilibar, que había reservado a Suso y Lamela, los llamó a filas. El primero hizo el empate y el segundo completó la remontada, en la prórroga, para ahorrar a los más de 42.000 espectadores una tanda fatídica no apta para cardíacos. Será porque nadie la quiere como el Sevilla o porque nunca se rinde o porque la suerte le acompaña. Por lo que sea, pero dentro de 12 días habrá un desembarco en la capital de Hungría, que aspira a unirse a la larga lista de ciudades históricas para un club centenario que terminará siendo el último español en pie en el Viejo Continente. Y puede que no sólo en pie. Si se cumple la leyenda, con los brazos en alto.
La galería de Lince Photo que acompaña este texto demuestra que los sueños se cumplen. Y, junto a la Avenida Eduardo Dato, con bastante frecuencia en las dos últimas décadas. Hasta en los peores momentos resurge el Sevilla de la fe inquebrantable, de la ambición desmedida. El Sevilla "engorilado", en palabras de sus dirigentes. El que transita por estos encuentros de máxima exigencia como quien va un día más a la oficina. La historia le respalda. Y le queda, incluso, un derbi este domingo para conseguir que los suyos estén todavía más orgullosos de Mendilibar y sus chicos, a los que "les sale todo de cara", con titulares o con suplentes, con fichajes o viejas glorias.
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