El mitin de Castro y Del Nido Carrasco

Es difícil hacerlo peor lo que lo están haciendo el presidente y el vicepresidente del Sevilla en la contratación del nuevo director deportivo, pero el ser humano nunca deja de sorprendernos...

Fernando RuizFernando Ruiz
Seguir
5 min lectura
El mitin de Castro y Del Nido Carrasco
El mitin de Castro y Del Nido Carrasco - Lince

Es envidiable la capacidad que tiene el Sevilla Fútbol Club para convertir una temporada que parecía abocada al fracaso en un éxito, en transformar lo que para muchos era un año de descenso en un nuevo título europeo cuando (casi) nadie contaba con el Sevilla en las quinielas de la Europa League, lo que por otro lado habla bien a las claras de la grandeza que ha adquirido este club, el de Nervión, que sin embargo, cada cierto tiempo también saca a relucir un don especial para formar numeritos.

Pasó la semana pasada con el 'culebrón' Monchi, como ya sucediera en su primera salida en 2017 pero en esta ocasión, la otra parte protagonista, la que encarnan el presidente José Castro y el vicepresidente Del Nido Carrasco, no se quedan atrás. Entradas y salidas al Ramón Sánchez-Pizjuán, reuniones con los actores, filtraciones interesadas y todavía no sabemos la versión del de San Fernando y me temo, que nunca la sabremos con total sinceridad. Entiendo a la perfección que, amparados en la presión judicial e institucional que está ejerciendo José María del Nido Benavente, hayan reclamado hasta el último céntimo a Monchi y al Aston Villa, y si no fuera esa la excusa, también lo entendería porque un club como el Sevilla FC debe estar y está por encima de cualquier trabajador, aunque haya sido el artífice del Sevilla de los éxitos. Aunque en el historial de Castro quedarán tanto los trofeos conseguidos como haber sido el autor de haber provocado hasta en dos ocasiones la salida del mejor en lo suyo.

Una cosa es mostrarse inflexible con el club comprador y con el que se quiere marchar, y otra muy distinta dar esa sensación de ineptitud a la hora de buscar a su recambio. Porque Monchi venía desde hace días avisando y no han movido un dedo, creyendo quizás que como en otras ocasiones, el de San Fernando acabaría reflexionando y quedándose en Nervión, pero no. Han tenido casi una semana entera para ir avanzando en su sustituto y ahora vienen las prisas.

Y lo que es peor, los palos de ciego. Porque se pasa de un perfil como el de Braulio Vázquez, que en la comodidad de Osasuna no ha querido meterse en este 'fregao', con la alargada sombra de Monchi y sin sus ayudantes de confianza, a tantear a otro totalmente opuesto como David Cobeño, joven director deportivo del Rayo Vallecano acostumbrado a torear la figura de un presidente tan peculiar y que hace y deshace a su antojo en el club madrileño.

Y claro, te ven las costuras y el listo de Presa se desmarca pidiéndote un buen pico, que es lo mismo que invitarte a mirar en otro lado, salvo que caigas en su trampa. Pero lo más sangrante de todo es que tienes a un director deportivo en paro, libre y dispuesto a coger las peligrosas riendas de la dirección deportiva del Sevilla como es Víctor Orta, que además conoce la casa y que trabajó bajo la tutela de Monchi en sus inicios, que acumula experiencia en la elite y en la exigente Premier League, pero te dedicas a marear la perdiz en otros nidos. Y para colmo, para que te digan que no.

Una situación que podríamos catalogar de auténtico mitin que no te la firmaría ni el más torpe de los políticos pero trasladado al fútbol. Al menos, si no tienen un perfil claro de quien debe ser el sustituto de Monchi, confíen en alguien que ya sabe lo que es el Sevilla como Víctor Orta, pero claro, tiene un caché más elevado y puede ser más incómodo como lo era el propio Monchi... O incluso entendería que optaran por la vía más fácil, la de apostar por Fernando Navarro junto a Emilio de Dios. En definitiva, una actuación bochornosa, la de la bicefalia nervionense que, al tiempo, serán capaces de poner a todo el sevillismo de acuerdo en una cosa, en la vuelta de José María del Nido a la presidencia, que ya hay que tener mérito para conseguirlo.