Este Sevilla FC asusta, da miedo. Y no es una metáfora con Halloween, no es un susto de los que se pasan rápido y vienen seguidos de una sonrisa. Este Sevilla FC aterroriza y atormenta a su afición en el sentido más literal de la palabra. Sólo diez puntos en 12 jornadas de LaLiga. Es decir, consumido ya un tercio de la temporada en Primera división, el equipo nervionense es decimoséptimo, empatado a puntos con el primero de los tres equipos en zona de descenso. Y ojo, porque si al Girona le da hoy por sorprender al Real Madrid, el equipo blanquirrojo caerá al pozo de la tabla. El enfado con José Castro alcanza cotas altísimas. Por su parte, Monchi quizás ni imaginase una situación como la de anoche. Esta situación no hay aficionado que la soporte ni directiva que la resista.
Escuchar gritos de 'Pepe Castro, dimisión', 'Castro, vete ya' o 'Castro cabrón, fuera de Nervión' ya se habían convertido en un clásico dentro del estadio del Sevilla FC en los últimos meses, pero en los dos últimos partidos el descontento también se ha trasladado a las afueras y ha tornado en manifestación. Ante el Copenhague, la victoria disipó los encendidos ánimos y apenas se concentraron medio centenar de personas; pero este sábado, tras la derrota contra el Rayo Vallecano (0-1), los manifestantes se contaban por cientos y se vivieron momentos de máxima tensión.
Que la interesada mano de José María del Nido Benavente es la que mece la cuna de la indignación del sevillismo es tan evidente como complicada resulta la defensa de la directiva. La temporada comenzó con chispas, por la subida del precio de los abonos, y los resultados del equipo han propagado el incendio: 1-1 contra el Valladolid, 0-3 con el Barça, 0-4 con el City, 0-2 ante el Atlético, 1-4 contra el Borussia de Dortmund, 1-1 con el Athletic, 1-1 frente al Valencia, 3-0 al Copenhague y 0-1 frente al Rayo. Nueve partidos en casa, una única victoria, tres empates y cinco derrotas, con 7 goles a favor y 17 en contra.
La indignación es galopante y se propaga de manera contagiosa, amenazando con llevarse por delante todo lo que encuentre. Nadie habría augurado que Monchi podría vivir momentos como los que vivió anoche, cuando a la salida del estadio se vio rodeado por un pequeño grupo de jóvenes exaltados que le obligaron a parar con golpes en la chapa de su coche y con irrespetuosos gritos de 'Perro', 'Sinvergüenza' o 'Vamos a cantar el himno' -en alusión a su diálogo con los aficionados desplazados a Almería en agosto-.
La situación, insólita, genera bochorno en propios y extraños, como prueban los comentarios a ese vídeo que circula por redes sociales como la pólvora. Se puede y se debe protestar, pero las formas siempre son importantes para que el mensaje que se intenta transmitir no se desvirtúe. La planificación deportiva ha sido un desastre y el enfado es más que entendible, pero son muchos los que ponen pie en pared, bajan la pelota al suelo y recuerdan que ése al que golpeaban el coche es quien ha construido el equipo grande que es hoy el Sevilla FC y que, en los dos años que se fue a la Roma, Óscar Arias y Joaquín Caparrós naufragaron.
Januzaj y Dolberg llegaron el último día del mercado estival de fichajes y, por su personalidad, aún no se han adaptado al equipo y apenas han rascado unos minutos. Su carácter introvertido dificulta su aclimatación; pero eso es algo que Monchi y su equipo de trabajo han sabido siempre evitar. El inicio de curso de Nianzou y Marcao fue un desastre, pero al menos han ido poco a poco a más -el galo, hasta su lesión- e Isco Alarcón es el que más aporta de todas las caras nuevas, pero aún demasiado poco para la calidad que tiene. Además, sabiéndose apercibido, vio una amarilla que le borra del derbi del próximo día 6 en el Benito Villamarín. Una derrota contra el Betis podría tener consecuencias incalculables.
La situación, con mucha diferencia la más complicada que ha vivido el Sevilla FC desde el último ascenso a Primera a principios del siglo XXI, ya se ha llevado por delante a Julen Lopetegui y tiene contra las cuerdas al presidente José Castro y al otrora intocable Monchi. Por mera proporcionalidad de las cosas, el último en llegar es el que menos culpa tiene; pero la mano de Jorge Sampaoli se aprecia entre poco y nada en un equipo inoperante e inofensivo con la pelota y tremendamente débil y vulnerable sin ella. La alta tensión no tardará en salpicar al locuaz técnico argentino.