No está el horno para bollos, pero, a veces, el humor suele ser la mejor herramienta para combatir los malos momentos. Por eso, seguro que muchos sevillistas están deseando entonar aquello de 'no estaba muerto, estaba de parranda'. Desde luego, para no sucumbir del todo, muchos están vendiendo ya su piel. Y ni siquiera lo han terminado de cazar, siquiera de derribar. Su pronóstico es reservado, por supuesto, que nadie está diciendo que los de Sampaoli se vayan a salvar por acabar invicto su ronda de amistosos durante este parón mundialista. Y las sensaciones constituyen, también es cierto, un ente abstracto e intangible que puede colaborar en la ilusión, en la confianza y en el ánimo. Pero lo etéreo no da de comer. El Sevilla tiene hambre, pero está famélico. A veces, dejó la comida en la mesa sin probarla. Otras, se atiborró de lo que no debía. Los resultados son flagrantes: un empacho en forma de descenso en LaLiga y eliminación en Champions League.
Lo de que 'a perro flaco todo se le vuelven pulgas' es una verdad eterna. Se repite siempre. Los oportunistas hacen leña del árbol caído, aunque dirán algunos que si antes se ensalzó, se alabó y prácticamente se entronizó a Monchi, el isleño merece ahora el descrédito y la censura. Si otrora se destacó el liderazgo sereno y firme de Castro, el utrerano debe ser ahora reprendido por la ausencia de decisiones que promuevan un cambio. Y, así, todos. Tampoco traerá Del Nido (Benavente) una varita mágica que todo lo curará y enderezará, claro. Pero representa su papel. Y se la han dejado botando en la línea. Líos societarios aparte, toca rezar a todos los santos para que el director deportivo atine como la mayoría de las veces, dejando atrás un verano para olvidar, y que el entrenador sepa sacar todo el partido a una plantilla que da para más, por mucho que otros la consideren sobrevalorada.
El león está dormido y, a ratos, parecía moribundo, pero su viejo corazón aún late. Habrá que ver si le da para resurgir de sus cenizas y evitar que múltiples aves de rapiña se repartan su carne antes de cazarlo. Hienas, buitres y seres de otro pelaje lo están 'chuleando'. Desde dentro y desde fuera. Craso error. La manada se ha quedado en las últimas, pero hay sangre joven dispuesta a correr y a luchar. Los más veteranos, los que quedarán después de la inevitable y hasta necesaria limpia, aprietan los dientes para dar un golpe en la mesa. Porque son el rey de la selva. O lo fueron. Y esa jerarquía está ahí. No se olvida. Habrá que arrimarse, estar todos juntos, porque puede que no se haya tocado suelo, si bien el cielo está ahí, lejos pero a la vista. Y los que han estado allí no se conforman con este purgatorio.
Los nervionenses se regalaron un 7-0 antes de volver a luchar por clasificaciones y puntos.