Llegó justito, pero a tiempo. El presidente de la Junta de Andalucía, Juanma Moreno, cumplió su palabra (tras una petición del ex dirigente andalucista y fundador del PA Alejandro Rojas Marcos en un coloquio) de convertir cada 4 de diciembre, durante muchos años de manera oficiosa para gran parte de los ciudadanos de esta comunidad autónoma una jornada de absoluta referencia, el Día de la Bandera, en conmemoración a las manifestaciones multitudinarias de 1977 que fueron el germen del 28-F, el Día de Andalucía a todos los efectos y el único festivo de las dos fechas, aunque todo se andará. Desde luego, un simple repaso a la historia basta para inferior que nada podría celebrarse el último día (salvo en años bisiestos) de febrero sin el movimiento popular que, hace 45 años, cambiaron la historia de esta región. Un millón y medio de personas colapsó las calles de las ocho capitales de provincia para reclamar un estatuto de autonomía (que fue realidad en 1981), pero, sobre todo, capacidad de gestión y de lucha contra las desigualdades sociales, fruto, en parte, de la disparidad fiscal con otras zonas del país. La terrible muerte por la represión policial del dirigente de Comisiones Obreras García Caparrós en Málaga fue la gota que colmó el vaso de la paciencia en Andalucía.
Aquel 04-12-77 fue, como este 04-12-22, un domingo. Pero un domingo de los de antes, los que concentraban los partidos del Campeonato Nacional de Liga en su inmensa mayoría, sin exigencias televisivas ni compromisos con China que llevasen los duelos a horarios intempestivos. Y aquel domingo el fútbol andaluz estuvo con sus ciudadanos, con sus aficionados. Los periódicos de la época narraron al día siguiente, como las emisoras de radio sobre la marcha, que los jugadores del Real Betis saltaron al terreno de juego del Benito Villamarín portando una bandera blanca y verde antes de imponerse por 2-1 al Burgos. Y que el Sevilla FC hizo una excepción y, por una vez, se aferró a los colores de su eterno rival, en realidad de su comunidad autónoma. Los nervionenses se unieron a sus vecinos del Cádiz CF y, en ocasión del derbi andaluz, qué mejor momento que ése, acceder al césped del todavía conocido como Estadio Ramón de Carranza llevando entre todos sujeta la insignia que se perpetuaría a partir de tres años largos después. El partido acabó 0-0 y todos contentos.