Si hay alguien que está deseando que acabe 2022 y arranque 2023, ése es Ramón Rodríguez Verdejo. Ha sido, sin lugar a dudas, un 'annus horribilis' para el de San Fernando, acostumbrado a cargar con la responsabilidad derivada del prestigio y el crédito acumulados durante años en Nervión, pero no con la pesada mochila que acumula desde que arrancaran estos doce meses, la mayoría ingratos. Más de un mes lleva en silencio el director general deportivo del Sevilla FC. En concreto, desde que el 7 de noviembre valorase el emparejamiento con el PSV Eindhoven en la ronda intermedia de la Europa League sin entrar en los incidentes del derbi de la víspera. Y para usted de contar. En las redes sociales, donde solía prodigarse con mensajes motivadores y arengas a la afición blanquirroja, ni rastro desde incluso antes: la previa de la visita al Benito Villamarín, en Twitter; una visita a su madre, en Instagram.
Todo comenzó el 15 de enero pasado en el duelo de máxima rivalidad que deparó el bombo para dirimir quién pasaba a cuartos de la Copa del Rey. El 1-1 al filo del descanso quedó cercenado por el lanzamiento de una barra de PVC por parte de un energúmeno que impactó en la cabeza de Joan Jordán. Desde ahí, todo muy feo y confuso, con acusaciones cruzadas sobre una exageración por parte del mediocentro visitante, la presión de los dirigentes sevillistas para que se les diera la eliminatoria por ganada y las burlas desde el bando verdiblanco. El asunto acabó en todos los comités, que acabaron por exculpar al Betis, hasta el punto de quedar todo en una multa y no ser necesario cerrar ni siquiera una grada del Benito Villamarín, deteriorando de paso las relaciones entre las entidades más señeras de la capital hispalense. Para colmo de males nervionense, el duelo se reanudó a puerta cerrada el día siguiente y terminó con 2-1 para los heliopolitanos, que terminarían ganando la edición del torneo del K.O.
Monchi aprovechó la oportunidad de mercado que suponía el Tecatito Corona para que el mexicano ayudase a conseguir los objetivos antes de verano, aceptando el Oporto dejarlo salir en Navidad. Luego, llegaría también Martial, un antiguo 'niño prodigio' estrellado en la Premier. Sin embargo, el primero sí tuvo momentos interesantes, pero no el francés, cuya aportación fue nula, especialmente dolorosa si se tiene en cuenta la altísima inversión que requirió contratarle. La derrota del 18 de diciembre en Salzburgo había terminado en la Fase de Grupos con la aventura en la Champions League del Sevilla, pese a que estaba en un grupo a priori asequible. El Dinamo de Zagreb no opuso demasiada resistencia, pero los blanquirrojos apenas pudieron avanzar en Europa League, siendo eliminados por el West Ham en octavos tras una prórroga de nefasto recuerdo. Quedaba LaLiga, donde los de Julen Lopetegui lograron defender con uñas y dientes la cuarta plaza, que daba paso por tercera campaña consecutiva a la máxima competición continental. Un logro, sin duda, pero de mínimos por las expectativas levantadas.
El final de la 21/22 dejó tocada la figura del técnico vasco, señalado por una afición harta de un juego ramplón y conservador. El ex seleccionador nacional amagó con romper su contrato, pero Monchi insistió en que era el técnico idóneo para el equipo, convenciéndole a él y a los dirigentes de renovar la apuesta. Craso error. Esa relación estaba viciada, pero, aparte, el isleño falló estrepitosamente en una ventana estival en la que tuvo que desprenderse de sus dos centrales titulares, Diego Carlos y Koundé. No logró traer prácticamente a ninguna de sus primeras opciones para cada demarcación, llegando, en algunos casos, tarde y mal los presuntos refuerzos, que no lo han sido. La enfermedad de Fernando, algunas bajas en posiciones claves y el 'borrado' de varios mundialistas, que priorizaron Qatar a lo que estaba pasando aquí, hizo que el hundimiento fuera una realidad.
El director deportivo del Sevilla FC seguía dando la cara, como tras la derrota en Almería. Por primera vez en mucho tiempo, el descenso era una amenaza real, combinado con una nueva eliminación temprana en Champions, esta vez, al menos, en un grupo manifiestamente más duro, con Borussia Dortmund y Manchester City destacados. Después de varias semanas en el alambre, sabiendo que le iban a destituir tarde o temprano, Lopetegui se marchó entre lágrimas y, curiosamente, con el reconocimiento de una afición a la que entregó tres clasificaciones para la UCL y un título de la UEL. La grada empezaba ya a mirar al palco, con Pepe Castro al frente, y también a los despachos, viviendo Monchi algún episodio puntual bastante desagradable. Ya su cara durante las presentaciones de los fichajes eran un poema y anticiparon el desastre posterior, con apuestas claramente fallidas que otros años le salían muy bien, pero con un tufo a riesgo obligado en varios casos que tiraba para atrás (Dolberg, Januzaj, Isco, Nianzou...).
Ya con Sampaoli al frente, en su segunda etapa en Nervión, llegaba un derbi en noviembre que lo cargaba el diablo. Con el Betis disparado en la tabla y el Sevilla hundido, algunos pronosticaban una goleada que no se produjo. En un festival de entradas terribles y expulsiones, cualquier pudo ganar y perder, aunque fueron los nervionenses los que empataron sobre la bocina y acabaron perdonando a un eterno rival en inferioridad. Por eso, extrañó ver a Monchi saludar en el césped como en victorias precedentes a la afición desplazada desde el Ramón Sánchez-Pizjuán, dándose golpes en el pecho y provocando un rifirrafe con el banquillo local que fue, según denunciaron sus anfitriones, la gota que colmó el vaso tras muchas provocaciones a aficionados, directivos y jugadores. Todo terminó en la declaración casi de 'persona non grata' y la prohibición de acceso a futuros derbis en el palco, con una denuncia posterior del Sevilla por el tifo exhibido por los verdiblancos.
El epílogo de 2022 no ha visto mejorar las expectativas. El Sevilla FC se fue al parón en descenso y con un pulso de los mundialistas argentinos Acuña y Papu Gómez, que se borraron de los últimos encuentros por culpa de unas presuntas molestias que desaparecieron cuando comenzó el evento de Qatar o que no les impidieron, al menos, acumular minutos allí. La decisión parece estar en sus salidas invernales, pese al peso específico del lateral zurdo, que, incluso, amenazó con operarse a la finalización de la Copa del Mundo, lo que seguro impediría cualquier traspaso o cesión. Encima, se ha filtrado una discusión con Isco en la que el malagueño echó en cara a Monchi que no estuviese de acuerdo con su fichaje, avalado solamente por Lopetegui, y que por eso se vea obligado ahora a ejercer de 'falso 9' y en otras posiciones no deseadas con Sampaoli.
El ex madridista parece decidido a forzar su salida, como un Dolberg en paradero desconocido mientras arregla su marcha al Hoffenheim y un Januzaj tristemente fuera de forma todavía. Varias apuestas fallidas por parte de un director general deportivo que habrá de hacer encaje de bolillos con los escasos fondos disponibles, primando la necesidad de hacer hueco en la plantilla y de generar recursos para los que lleguen con unas ventas, rescisiones o préstamos que difícilmente lo conseguirán, ya que se se trata de una mayoría devaluada. El éxito en el Mundial de los marroquíes Bono y En-Nesyri podría abrirles la puerta de la Premier y convertirles en el clavo ardiendo al que aferrarse. Queda una sola bala. Y más vale que haga blanco.