Que el presidente del CTA sea un sevillano, Luis Medina Cantalejo, lejos de suponer una ayuda, está siendo un calvario para los dos clubes hispalenses. No en vano, tras la 23/24, el propio colectivo arbitral reconoció haber perjudicado con sus decisiones a cuatro equipos andaluces, los tres que descendieron (Cádiz CF, Granada CF y UD Almería) y el Real Betis. Y el panorama dista mucho de haber mejorado en el arranque de la 24/25. Ni el fuera de juego semiautomático ni las nuevas normas que buscaban menor incidencia del VAR y el destierro de los 'penaltitos'. El factor humano sigue siendo determinante y se producen semana tras semana agravios evidentes cuando enfrente están Real Madrid y Barcelona o cualquier otro de los mortales. El miedo escénico o a las repercusiones mediáticas de sus decisiones (pensar en una negligencia voluntaria es peligroso) determinan cambios de criterio que dejan ya en cinco jornadas varias víctimas por el camino.
De beneficiado a damnificado ha pasado en cuestión de quince días el Girona FC, que se ponía de parte de los merengues y pedía respeto a los colegiados tras las críticas por la pena máxima señalada a Vinícius en San Sebastián por un pisotón leve del realista Aramburu cuando ya había soltado el balón. Luego habrá que volver a esa acción, pero, si los rojiblancos se beneficiaron de una mano involuntaria dentro del área del sevillista Isaac Romero, que se estaba girando, no lo veía y no tenía sus brazos especialmente despegados, para hacer el 0-2 en el Ramón Sánchez-Pizjuán, este domingo han visto cómo una acción idéntica de Iñigo Martínez se iba al limbo al filo del descanso. Desde la sala VOR hicieron ver a Muñiz Ruiz, que lo había señalado, su error, con la excusa de que el rebote viene de un compañero (Balde), pero la norma especifica que debe ser un rechace deliberado, cuando el centro golpea al lateral, que no despeja intencionadamente.
En lo que a los 'piscinazos' se refiere, el de Vinícius ante Rui Silva fue sancionado con penalti para que el bueno de Mbappé se estrenara por fin en casa y en LaLiga, mientras que el de Juanlu ante Berrocal supuso la segunda amarilla y la correspondiente expulsión del carrilero sevillista. Las acciones son prácticamente calcadas para alguien sin la venda de los colores o prejuicios, pues tanto el brasileño como el quinteño exageran la caída, aunque, en ambos casos, el portero portugués y el zaguero jerezano rozan mínimamente con su cuerpo a los atacantes, los desequilibran un poco, a todas luces no lo suficiente para producirles una caída. El '7' blanco busca descaradamente al ex del Granada CF en su caída, que precede al toque con el adversario, como denunció una estrella mundial como Van Basten, pero el colegiado de turno tomó un camino muy diferente.
Volviendo a los pisotones, el que habría supuesto un penalti de Courtois a Aitor Ruibal en el Santiago Bernabéu ni se revisó. Para qué, claro. Sin embargo, como ya se ha dicho, el de Aramburu a Vinícius en Anoeta, después de que el delantero brasileño ya hubiese jugado la pelota, por supuesto que fue merecedor de pena máxima. Los defensores a ultranza, bien de su equipo o de los árbitros, especifican que el infractor había tocado previamente el esférico en el caso del Real Madrid-Real Betis, lo que por lo visto le da carta blanca para hacer después cualquier falta sin recibir castigo, mientras que, en el del Real Sociedad-Real Madrid, el afectado es el que llega antes. Ninguna de estas matizaciones las recoge el reglamento.