La situación del Sevilla FC da mucho miedo. En todos los sentidos. El equipo encadena tres derrotas seguidas que dejan en anécdota las mínimas opciones europeas atisbadas hace un mes, obligando a hacer cuentas sobre los puntos que harán falta para amarrar la permanencia y no verse a última hora luchando por no descender. Para colmo, además se han lesionado Rubén Vargas y Adrià Pedrosa. Las cuentas económicas asustan al más impasible, temiendo una quiebra a corto plazo. Las peleas institucionales, lejos de aportar soluciones a los problemas anteriormente mencionados, empeoran aún más las cosas. Y, claro, el clima social está en un incontenible estado de ebullición. Tanto es así que, por si fuera poco con volver a ver cómo imágenes bochornosas están dando la vuelta al mundo, el club también asume que tendrá que rascarse el bolsillo y asumir una fuerte multa económica después de leer el acta arbitral redactada por Soto Grado.
A las multitudinarias y casi unánimes protestas contra la directiva antes y durante el partido que los nervionenses acabaron perdieron contra el Atlético de Madrid (1-2), cabe añadir la máxima tensión a la salida del Ramón Sánchez-Pizjuán. Ignacio Navarro (alias 'El psicólogo'), asesor de José María del Nido Carrasco, lucía una improdecente sonrisa ante la hostilidad que hizo explotar aún más a la masa enfurecida, que le obligó a volver a la carrera hacia el interior del estadio bajo la protección de la seguridad privada contratada por el Sevilla FC. Los efectivos de la Policía Nacional tuvieron que emplearse a fondo para evitar agresiones hacia él, contra el abogado y actual secretario del consejo de administración Alberto Pérez-Solano, y a varios consejeros, que fueron increpados duramente.
Concentrados a las puertas del estadio dos horas antes del inicio del encuentro, al menos 2.000 aficionados del Sevilla FC corearon consignas de 'Fuera, okupas'; 'Directiva, dimisión' o 'Júnior, vete ya' que se repitieron a lo largo del encuentro. Ni siquiera con 1-0 o con 1-1 se rebajó el clima de protesta y máxima hostilidad contra el palco, hasta el punto de tener que pararse el encuentro. Los llamativos carteles amarillos con las mencionadas protestas fueron lanzados al terreno de juego en forma de bola y el colegiado César Soto Grado se vio obligado a interrumpir el juego unos minutos y reflejó todo lo ocurrido en el acta arbitral, lo que augura fuertes sanciones para la entidad de Eduardo Dato por parte del Comité de Competición de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF).
El colegiado abulense, adscrito al colegio riojano, relató así lo sucedido: "En el minuto 57:20, se detuvo el partido por el lanzamiento de pelotas amarillas, botellas y bolas de papel, no impactando en ningún participante. Estas pelotas fueron lanzadas desde el sector izquierdo del terreno de juego donde se encontraban aficionados del club local identificados con bufandas y banderas del propio equipo".
"Por este motivo, se procedió a activar el Protocolo de Lanzamiento de Objetos, comunicando este hecho al Delegado de Campo y emitiendo por la megafonía del estadio el mensaje protocolario. Tras tres minutos y veinte segundos con el juego detenido, el partido se reanudó no volviendo a producirse dichos incidentes", concluye. Y esto no queda aquí. Dentro de dos semanas, ante el Deportivo Alavés, hay otro lío asegurado. Y así, sucesivamente hasta que los responsables del desastre entiendan la situación y se desatornillen de sus poltronas.
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