Lo que le ha ocurrido al jugador del Sevilla FC Papu Gómez en las últimas 48 horas es para preocuparse y mucho. Es evidente, darle una patada a un compañero (Fede Valverde, del Real Madrid) sin intención alguna de jugar el balón está feo. Que la entrada sea doble, clavando la rodilla en el muslo del rival para luego clavarle los tacos de la bota en el tobillo, es bastante censurable. Si, además, todo esto ocurre en el tiempo de alargue de un partido que va 3-1 y a poco más de dos semanas para que empiece el Mundial, la historia aún resulta más execrable. No obstante, que todo ello traspase los muros del campo de fútbol y dé origen a una campaña de acoso, eso sí que no tiene justificación alguna.
La sociedad actual, lamentablemente, transita esos derroteros. Necesita muy poco para activar campañas de acoso sin ningún tipo de filtro ni autocontrol. El Papu Gómez actuó en caliente y realizó una fea entrada sobre el jugador del Real Madrid Fede Valverde que desató la ira de los aficionados merengues y, aún más, la de la hinchada de Uruguay, que temió que el 'Pajarito' se perdiese el inminente Mundial de Qatar con la selección charrúa.
La reacción ha sido desproporcionada. Sólo hay que darse un paseo por Twitter o Facebook y escribir "Papu Gómez" en el buscador para leer una lluvia de insultos hacia el jugador argentino del Sevilla FC. La cosa, por desgracia, no ha quedado ahí y algún energúmeno ha considerado que la mejor manera de protestar por una falta en un partido de fútbol era colgar el número de teléfono del mediapunta nervionense para que los más exaltados le incluyensen en grupos de WhatsApp y Telegram para así poder insultarle en persona.
La noticia la desveló este domingo el diario Olé y por la ciénaga de las redes sociales corren muchas capturas de supuestos grupos de mensajería online de los que supuestamente tuvo que escapar el Papu y que -quizás lo más sorprendente de todo- difunden los propios autores del acoso en una muestra inequívoca de que, lejos de actuar en caliente, incluso se sienten orgullosos de su 'originalidad' y su peculiar sentido de la justicia parapetados detrás de un ordenador, un 'smartphone', un avatar impersonal y un seudónimo.
Por supuesto, al margen de esta injustificable ida de olla de aficionados, al Papu también le ha caído la clásica regañina de la prensa de la capital. "Salvaje" es el calificativo más suave que se puede leer sobre la acción entre el Papu y Valverde, unida a críticas al VAR por no advertir a Hernández Hernández, que resolvió la acción con una tarjeta amarilla y una charla ética con el jugador del Sevilla FC.
Claro, la respuesta del sevillismo es bastante sencilla. Primero, porque en la primera mitad (minuto 11 con 1-0 en el marcador), ni Hernández Hernández ni el VAR apreciaron penalti en un claro empujón de Carvajal sobre Lamela, cuando el 'Coco' intentaba rematar un centro de Navas desde la derecha, a pesar de que el colegiado seguía la acción de cerca.
Del mismo modo, cada captura que circula de la fea entrada del Papu a Fede Valverde, es contrarrestada por imágenes que recuerdan la salvaje entrada por detrás del Pajarito a Álvaro Morata en un Atlético-Real Madrid de hace tres cursos. Vamos, que en todos lados cuecen habas...
Precisamente por eso, tan lógico es dejarse llevar por la pasión del momento y blasfemar a los cuatro vientos las injusticias que sufren tus jugadores fetiche o el equipo de tus amores, como obligado debería ser sufrirlo en silencio o con los que tienes al lado. Porque esto es sólo fútbol y a menudo se olvida ese detalle. Y a ver si nos vamos haciendo mirar ya lo del acoso en redes sociales y esa ciudad sin ley del mundo digital.