Máxima tensión en San Lorenzo de Almagro. El 'Ciclón' no pudo ganar su último partido, el encuentro que tenía aplazado frente a Godoy Cruz, el cual le costó el puesto a Leandro Romagnoli, quien presentó su renuncia horas después del choque.
El pasado lunes, Romagnoli y su cuerpo técnico acudieron a la ciudad deportiva para despedirse de los empleados del club y los futbolistas. Después, el entrenamiento estuvo dirigido por el cuerpo técnico del conjunto Reserva, con Damián Ayude a la cabeza. Todos ellos fueron presentados antes a la plantilla por los dirigentes Martín Cigna, Pablo Levalle y Javier Allievi y por los integrantes del departamento de fútbol, Angel Bernuncio y Norberto Ortega Sánchez.
Mientras San Lorenzo busca nuevo técnico, con Iker Muniain pidiendo a Guti, los jugadores se llevaron un gran susto en otro de los entrenamientos de la semana.
A las nueve y media de la mañana, con todo listo para comenzar la sesión, las caras de los futbolistas se enmudecieron cuando empezaron a ver entrar, con total libertad, pequeños grupos de 'La Butteler', como se llama la barra brava de San Lorenzo. Primero llegaron un grupo de 10, después otros 20 y así hasta ser más de 60 ultras en el campo de entrenamiento.
El último encuentro no se ganó por un penalti errado de Francisco Fydriszewsk, que le pidió que le dejara tirarlo a Muniain, algo que enfadó mucho a Romagnoli y a los ultras, que también estaban molestos por la presunta actitud de los futbolistas en el viaje de vuelta, donde no se les vio afligidos por la situación del equipo, ubicado en la parte baja de la tabla y lejos de los puestos que dan acceso a torneos continentales.
Francisco Recchia, el líder de 'La Butteler', fue el cabecilla de la irrupción de la barra bravas en el entrenamiento, donde no se presentó la policía, y es que el club no frenó dicha entrada, pero tampoco avisó a la Subsecretaría de Seguridad Deportiva de la Ciudad, según cuentan desde Argentina. Aunque había algún ultra más alterado de lo normal, la situación ya era bastante intimidante para los jugadores, que tuvieron que acercarse al centro del campo para escuchar en un semicírculo todo lo que los ultras le tenían que decir.
Medios argentinos cuentan que los futbolistas escucharon con la cabeza agachada, siendo el capitán, Gastón Campi, quien después de oír a los ultras tomó la palabra y les pidió perdón por la situación en la clasificación. Media hora de charla tras la que los ultras salieron del campo de entrenamiento como entraron, con una impunidad total.