La obsesión de Mourinho con la final perdida en Budapest llega hasta límites insospechados. No hay entrevista en la que el técnico portugués de la Roma no se refiera a aquel partido ante el Sevilla de una u otra forma. Ya ha dicho en varias ocasiones que no quiere hablar porque lo sancionarían "10 partidos", pero, en realidad, no para de hablar de ello. "Hasta el final de mi carrera diré que no perdimos esa final", señalaba en su última entrevista, algo que, en realidad, es cierto, porque el resultado del partido acabó en empate y decidieron los penaltis. Pero él va por otro lado...
De aquel partido, en el que insultó al árbitro en el garaje, salió con una sanción de varios encuentros que está aún cumpliendo y con esa obsesión que le acompaña. Sky Sport ha ofrecido un avance de un nuevo episodio de ‘Federico Buffa Talks’, que tiene como protagonista al técnico luso y, aunque éste trata sobre todo de sus dos Champions ganadas, su etapa en el Inter... no deja de acordarse del Sevilla y de esa final.
Lo hizo al recordar todo lo que ha ganado en su carrera. “Tengo que estar de acuerdo con quienes dicen que no soy humilde. He logrado muchos éxitos, porque si he tenido la suerte de trabajar con grandes equipos, con grandes presupuestos, también he tenido la dificultad de trabajar con equipos donde ganar es un milagro. Gané la Liga de Campeones con el Oporto, lo que, evidentemente, es un gran logro, con nueve jugadores portugueses de los 11. Gané con el Manchester United y gané una Europa League y media con la Roma”, indica 'Mou', aunque en realidad lo que ganara con la Roma fuera la UEFA Conference League.
El técnico italiano recuerda su gran año en el Inter, en el que ganó la Champions en 2010 y también eliminatorias como la que superó ante el Chelsea, un equipo que, aunque no fue campeón hasta 2012, ya llevaba años siendo el que más invertía en fichajes y, como ahora el City, el que tenía la plantilla más potente. Mou acababa de dejar el equipo londinense tras varios años de éxitos para trasladarse a Milán, de ahí que fuese todo un reto. “Cuando ganamos en la ida de octavos de final -con el Inter- en casa al Chelsea, Kalou marcó para el Chelsea y lo celebró mucho. Al final del partido vino a pedirme disculpas por haber celebrado tanto. Luego, cuando fuimos allí veníamos de perder en Catania en un partido horrible, pero fue lo que mejor nos vino para preparar el partido de Stamford Bridge. Los del Inter eran chicos de gran madurez. Eran personas mentalmente fuertes, preparadas para la batalla. Fue fácil motivar al grupo. Antes del partido, les recordé que este era mi estadio y que nunca había perdido allí”, afirma el portugués. Aquel partido se resolvió con un gol de Etoo, que sentenciaría la eliminatoria. Luego llegarían el CSKA, la famosa eliminatoria ante el Barça de Guardiola -la de los aspersores- y la final ante el Bayern.
Precisamente, el Inter había sido segundo, tras el propio Barça, en un grupo en el que también estaban Rubin Kazan y Dinamo Kiev. El partido clave, en la que se jugaba gran parte de sus opciones, fue el de Kiev de la cuarta jornada, ya que, de perder, casi estaba eliminado. Shevchenko marcó para los locales y el conjunto ucraniano se fue al descanso ganando. Tal fue el enfado de 'Mou', que, según desvela, casi se rompe un pie de una patada. “En Kiev me lastimé pateando una camilla de masaje: fingí que no había pasado nada, pero sentí un dolor de la Virgen. Me enfadé mucho ese día en el descanso. Le dije a mi equipo: ‘No volváis a este vestuario al final del partido llorando o con la cabeza entre las manos, porque hasta ahora no habéis hecho nada’. Quiero que volváis aquí muertos, pero de cansancio. Independientemente del resultado", narra el hoy técnico de la Roma, que mira con nostalgia aquella época.
"Los jugadores eran muy buenos, con personalidad. Podía presionarlos hasta el límite, ellos siempre rendían. Como dice Materazzi, si me hubiera quedado en el Inter otros 2 o 3 años, habríamos ganado algunas Champions más”, afirma Mourinho, que tras ganar en Madrid la Champions se fue a entrenar al equipo blanco los tres años siguientes.