Los ultras de la Roma le despidieron con cariño por haber defendido con orgullo sus colores y por haberles brindado un título, la Conference League de la 21/22, además de dejarles a las puertas de otro, la Europa League 22/23, que perdieron en los penaltis ante el Sevilla FC en Budapest. El paso de José Mourinho por la capital italiana no dejó indiferente a nadie, aunque su ex equipo brilla desde que tuviera que enfilar la puerta de salida, merced a las derrotas contra el eterno rival, la Lazio, en los cuartos de final de la Coppa, y el Milan en la Serie A. Con Daniele de Rossi al frente de su puesto en el banquillo romanista, un pleno de triunfos (el último, este lunes ante el Cagliari por 4-0) les ha devuelto a la lucha por los puestos de Champions League, un objetivo que parecía ya inalcanzable. Hasta Dybala se ha desatado de nuevo en el plano realizador.
Por ahora, el veterano preparador de 61 años sigue sin equipo. Se está pensando bien su próximo movimiento, con rumores no con demasiado fundamento que lo colocaban de vuelta en el FC Barcelona, donde ejerció de traductor y mano derecha de Bobby Robson antes de convertirse en archienemigo de Pep Guardiola y sus sucesores con el Real Madrid. Tampoco le han convencido las propuestas mareantes desde Arabia Saudí, la última del Al-Shabab de Ivan Rakitic. El máximo accionista del Nápoles, otro personaje populista y peculiar donde los haya (Aurelio de Laurentiis), lo descartaba recientemente para la dirección partenopea, aunque, teniendo en cuenta su caché y su trayectoria, se hace difícil imaginar a Mourinho fuera de un destino de campanillas. Las apuestas más encaminadas lo ven de vuelta en la Premier League, donde ya dirigió a Chelsea, Manchester United y Tottenham.
El adiós del luso a la Roma ha dejado anécdotas para todos los gustos. Si ya regaló su medalla de subcampeón de la UEL a un aficionado y montó un lío tremendo con el árbitro de aquel encuentro contra los nervionenses, por el que fue duramente sancionado, ahora habría demostrado su chulería para despedirse de los que han sido sus futbolistas durante 138 partidos (dos temporadas y media). Así, Mourinho dejó en el vestuario el anillo que le regaló la plantilla tras ganar la Conference, un desprecio que acompañó de un mensaje que pone en duda el compromiso de los futbolistas, a los que podría estar acusando indirectamente de 'hacerle la cama' con la directiva. "Cuando seáis hombres, devolvédmelo", reza el 'epitafio' de José.