Alemania y Hungría se veían las caras este miércoles en la jornada 2 de la fase de grupos de la Eurocopa 2024. Alemania y Hungría, dos viejos conocidos futbolísticamente e históricamente por una guerra que nunca debió suceder y que acabó con la invasión de un país a otro. Más allá de esto, Alemania llevaba sin ganarle a Hungría desde 2016, así, en las 3 últimas ocasiones en las que se habían visto las caras (2 en la UEFA Nations League), Alemania había sido incapaz de ganarle, con 2 empates y 1 derrota.
Por tanto, si Alemania quería meterse de forma casi matemática en los octavos de final de la Eurocopa, debía ganar a uno de los equipos que más se le ha resistido en los últimos años (no le gana desde el 2016 en un amistoso).
Alemania empezó el encuentro de forma un tanto timorata ante una Hungría que dejó fuera los complejos, como suele ser habitual cuando se enfrenta a una selección potente como la alemana, para buscar la portería de Manuel Neuer. Los húngaros empezaron muy bien y a los pocos segundos ya tuvieron su primera ocasión. Fue Neuer quien evitó el susto cuando no se había cumplido ni el primer minuto de partido.
Alemania no tardó en ir tomándole el ritmo al partido y fue en el 22, en una jugada de ímpetu de Gündogan en la que el jugador del Barcelona siguió y esperó el fallo de la defensa de Hungría para terminar dándosela a Musiala para que hiciese el gol que abría la lata, el segundo en su cuenta particular tras el que le hizo a Escocia en el partido inaugural.
Hungría no se quedó de brazos cruzados y siguió intentándolo, con poco orden pero generando peligro a la portería de Neuer. Así, cuando corría el primero de los 2 minutos de añadido, Sallai remataba una falta al fondo de las mallas de Neuer pero rápidamente el asistente señalaba fuera de juego que luego confirmó el VAR. Con este susto para Alemania, se llegó al descanso.
Alemania saltó a la segunda mitad tratando de contener el empuje de Hungría que le había hecho mucho daño en el primer acto. La mejor forma para hacerlo consideró Nagelsmann que era hacerla correr detrás del balón para que con el pase de lo minutos, el cansancio hiciese mella y se abriesen los huecos en la poblada defensa húngara.
Esto terminó teniendo efecto ya que en el 66, Gündogan encontró el premio al gran partido que estaba haciendo tras rematar el centro raso nacido en las botas de Mittelstadt. Alemania ponía tierra de por medio y Hungría se iba diluyendo con el paso de los minutos con una Alemania totalmente dominadora del esférico. De ahí al final, Alemania se quedó más cerca del tercero que Hungría del 2-1.