Indudablemente, el torneo del 'K.O' del fútbol español es único en su esencia. A lo largo de sus ediciones desde 1903 hasta el presente, ha sido testigo de la gloria y el llanto de numerosos equipos, miles de jugadores y millones de seguidores que han vibrado con el deporte rey. Pero además, la copa encierra en sí misma la narrativa de nuestra propia historia como país, siendo conocida con diversas denominaciones a lo largo del tiempo:
- Copa de SS.MM. el Rey
- Campeonato de España
- Copa de la República
- Trofeo Nacional
- Copa del Generalísimo
- Copa del Rey
El Fútbol Club Barcelona es el club con más títulos en este torneo, y también ostenta la distinción de ser el que posee la mayor cantidad de trofeos de la Copa del Rey en propiedad. Concretamente, el club culé tiene en su haber seis copas, logrando la última en la edición de 2018 en el estadio Metropolitano al vencer al Sevilla.
Desde su instauración, la Copa de España, bajo cualquiera de sus nombres, se concede al equipo ganador durante un año. Posteriormente, este debe entregarla al nuevo campeón en la edición siguiente, conservando el equipo inicial una réplica del trofeo. Sin embargo, aquellos clubes que logran la victoria en tres ediciones consecutivas o ganan en cinco ocasiones no consecutivas adquieren la Copa en propiedad.
Este privilegio ha sido alcanzado por el Barcelona en seis ocasiones, el Athletic en tres, el Sevilla en dos, y una vez por el Real Madrid, el Vizcaya (el primer campeón en 1902) y el Atlético de Madrid, sumando un total de 13 trofeos únicos en propiedad.
Eso sí, hay algún que otro asterisco en todo esto. Por ejemplo, el Real Madrid conserva una en prioridad por haber ganado la última Copa de la República. El Sevilla y el Atlético de Madrid también han logrado conservar el título por ganar la primera y última edición durante la dictadura. Además, el equipo sevillano fue galardonado en 2010 por el triunfo de España en la Copa del Mundo recibiendo, de este modo, el trofeo en propiedad.
En definitiva, la Copa del Rey nos muestra otro tipo de competición donde además reina una alta competitividad, esa que aparece cuando las condiciones se igualan y el fútbol adquiere otro color; donde los campos humildes consiguen poder y se convierten en auténticos fortines locales para la consecución de grandes gestas.