Final soñado. O quizás no por todos. El caso es que la noche en Balaídos, en el último partido liguero, ha traído sentimientos de todos los colores. Nerviosismo, ansiedad, euforia, tranquilidad y, por último, añoranza. Y precisamente esto último es precisamente lo que dejó entrever Gabri Veiga durante todo el partido contra el Barcelona.
El canterano celeste no sólo es maduro dentro del campo, sino también fuera de él. Y consciente de la gran temporada que ha hecho sabe que este verano tiene difícil continuar vistiendo la elástica celeste. Han sido muchos los rumores que durante esta temporada le han situado en la órbita del Real Madrid, Barcelona y algunos equipos de la Premier League. Y quizás por ello, el centrocampista no dejó de tocarse y besarse el escudo cada vez que pudo durante el partido. Para dejar clara muestra de que su equipo es y siempre será el Celta, pase lo que pase en el próximo mercado de fichajes.
Y como broche a su primera campaña entre los grandes, firmó el que ha podido ser su mejor partido de la temporada. Un doblete para cerrar con 11 dianas y 4 asistencias sus registros individuales en LaLiga Santander con solo 21 años. Pero lo mejor no son sus números, sino el corazón que esta noche quiso mostrarle a toda la afición celeste. La misma que le hizo llorar cuando Carlos Carvalhal decidió sustituirle por Cervi a falta de veinte minutos para el final.
Balaídos se puso en pie y a cantarle para despedir a su nuevo ídolo, quien no pudo evitar romper a llorar al llegar al banquillo y ser felicitado por todos sus compañeros. Hasta Iago Aspas parecía darle la alternativa en la celebración de su primer tanto ante los azulgranas, con un abrazo infinito.
Y con el pitido final y el Celta habiéndose asegurado un año más su plaza en Primera División, apareció el Gabri Veiga más sentimental y sincero ante los micrófonos de DAZN: "Las lágrimas han sido por los nervios de toda la semana. Tenía ganas de reencontrarme conmigo mismo porque no venía estando a mi mejor nivel. Nos lo merecemos todos por el esfuerzo que hemos hecho, mi familia, mi novia, mis amigos y, por supuesto la afición. El segundo gol, si te digo la verdad, vi a Seferovic en el segundo palo y se me abrió el centro. Tuve suerte".
Cuestionado por su posible marcha, se desenvolvió como si de un veterano se tratase: "Mi equipo es el Celta y eso nadie lo va a cambiar". Sin duda, unas palabras que invitan a soñar con optimismo a los aficionados vigueses, pero todos ellos saben que su nuevo ídolo debe volar para seguir creciendo. O, quizás, siga los consejos de Aspas, quien ya le recomendó en su día que se quedara un año más con el Celta.