Manuel Escribano fue el más aplaudido de la última corrida de la Feria de Abril de Sevilla, aunque El Fandi dio la vuelta al ruedo y Esaú Fernández cortó la única oreja este domingo. El público de la Maestranza reconoció las faenas del granadino y el camero, aunque tuvo un gesto de reconocimiento a los arrestos del diestro de Gerena, que el pasado 13 de abril sufrió una grave cogida por parte del primero de los dos victorinos que tenía que lidiar. Contra el consejo de los médicos, y gracias a que se reordenó la tarde con Roca Rey y Borja Jiménez, pudo volver desde la enfermería al albero para matar al sexto. Ocho días después, tras una dolorosa y milagrosa rehabilitación, no quiso faltar al broche del ciclo taurino más importante para un sevillano. Y no se fue de vacío, porque se llevó el cariño y la ovación del respetable, admirador de su resiliencia.
Hace dos sábados, cobró protagonismo Ezequiel Ávila, futbolista del Real Betis y amigo personal desde 2020 de Escribano, al que ha acompañado muchas veces en tentaderos, capeas y actuaciones oficiales. Reclamado desde la misma mesa de operaciones por el torero, ya que asistía desde la grada al espectáculo, trascendió que prestó su ropa al matador para que pudiera recomponer su traje, destrozado por el astado y por la apresurada labor de los cirujanos para coserle (la herida de quince centímetros por la entrada del pitón en su muslo derecho le desgarró el recto interno y le produjo edemas en las partes blandas, aparte de la fractura de la novena costilla y el tejido entre ésta y la contigua), aunque le protagonista rememoraba aquellos minutos decisivos para OneToroTV a unas horas de regresar al lugar de los hechos para cerrar el círculo.
"No sé lo que tienes que hacer, si coserme o vendarme, pero tengo que salir. Le pegaba pellizcos a los médicos para que no me durmieran. Mi otro miedo era aflojarme, enfriarme, porque te relajas y te desconectas", relata el gerenense, que consiguió que le intervinieran con anestesia local. Seguidamente, explicó mejor la ayuda del 'Chimy', más íntima de lo que se contó: "Los pantalones eran míos, pero, al no llevar nada debajo, le pedí los calzoncillos a él, que más o menos tiene mis hechuras. Al que venía conmigo le dije que le avisara para que viniera. Le pedí los calzoncillos y se los quería quitar en medio del callejón, pero le dije (se ríe) que se metiera para adentro. Luego, con todos gritando 'torero, torero', me emocionó y contuve las lágrimas. Quería llorar, pero iba para los chiqueros y no era el momento. Aunque llevaba la piel de gallina, como ahora cuando lo recuerdo".