Los responsables del Real Betis preparan con mimo la junta general ordinaria de accionistas del próximo 15 de diciembre, donde, pese a no existir como tal un punto del día que aborde una ampliación de capital, se debatirá seguramente sobre el asunto, previsto, bien con esa formulación u otra similar (bonos corporativos, por ejemplo), para una cita extraordinaria ya en 2023, mejor con el curso ya acabado y antes de que expire el presente ejercicio económico. Ángel Haro y sus más directos colaboradores analizan una serie de recursos para atajar la crisis monetaria que ha llevado a unas cuentas que, de no ser por un concurso de acreedores que se lleva al día en su recta final, llevaría a la entidad a una causa de disolución en la que formalmente se halla. Sin embargo, reina la confianza y una cierta calma chicha en los despachos de la planta noble del Benito Villamarín.
No porque el asunto no preocupe, sino porque ocupa a los dirigentes. De haber otro ambiente, el consejo de administración no habría avalado de su bolsillo 6,3 millones de euros que no recuperará si el equilibrio financiero es inexistente a 1 de septiembre del año próximo. Para evitarlo, se activarán 'palancas' de un cariz distinto a las del Barcelona, sin comprometer ni hipotecar activos del club, sino a modo de préstamo a largo plazo (por un valor de 65 kilos, cubriendo deuda a corto y ganando liquidez) con esos activos (abonados y ticketing) como garantía, no con su explotación cedida en parte. Además, los ajustes de capital y otros actos de ingeniería económica servirán, claro, para reverdecer los números rojos, como cualquier ingreso extra en forma de giras por Suramérica, títulos o clasificaciones para Europa, mucho mejor la Champions que la Europa League.
El desfase en las cuentas, eliminando la ayuda desde el patrimonio personal de varios directivos y el gesto de la plantilla de diferir cantidades de sus contratos para campañas venideras, ronda los 18 millones de euros, por lo que, artificios contables a un lado, urge una gran venta o varias por un valor alto en lo que a plusvalías se refiere. Y ahí radica el gran dilema del Real Betis, que regresa a la palestra con la noticia de que el Nápoles sigue de cerca a Luiz Henrique. Según ha podido saber ESTADIO Deportivo, en La Palmera no tienen constancia de ningún movimiento en serio de los partenopeos, aunque sí manejan que el interés por otros efectivos de la plantilla, alguno ya plasmado en lo que podría considerarse un acercamiento formal, derivará en ofertas más pronto que tarde. Ayudaría, obviamente, que los que están jugando el Mundial se revaloricen, pero lo más tangible a día de hoy no es por Sabaly, Carvalho, Guido, Pezzella ni Guardado.
Con estas cartas sobre la mesa, Antonio Cordón trabaja a destajo para adelantar gestiones por futbolistas, la inmensa mayoría libres en cuestión de 7 meses, con una rescisión factible u oportunidades evidentes de mercado, en todas las líneas y en casi cualquier demarcación, porque el futuro es incierto. La idea es que no haya fugas este invierno, a las puertas de la segunda mitad de una campaña 22/23 tremendamente abierta e ilusionante en la lucha por la tercera y cuarta plazas de LaLiga. Devaluar la plantilla a esas alturas, salvo que la oferta que llegara fuera irrechazable y solucionase de un plumazo los problemas económicos del Betis, está prácticamente descartado, contando los que mandan en Heliópolis con el compromiso de los 'pesos pesados'. En verano, el panorama será diferente. No habrá una segunda ocasión para ajustar desde fuera el desfase salarial.
Sí se espera que, en vez de los 18 de mediados de agosto de 2022, sean menos los millones que amortizar. Luiz Henrique, que ha costado ocho millones de euros fijos y 4,6 en objetivos (la mitad, eso sí, de cumplimiento muy complicado), no se antoja la vía más plausible para obtener un superávit, a menos que el Nápoles se líe la manta a la cabeza y supere los 28-30 kilos. Además, los técnicos del Betis son conscientes de que la adaptación a Europa, siempre difícil recién llegado de Suramérica, y la particularidad de un curso, éste, con un Mundial en medio, metido con calzador, pospondrá la explosión del extremo brasileño unos meses. Con Guido Rodríguez, la hoja de ruta ha cambiado un poco. Se esperaba materializar su ampliación de contrato antes de Qatar 2022 y ya no está tan claro que se acometa a su vuelta, por lo que, con sólo un 70% de sus derechos atados (más otro 20% a su disposición a precio módico) y un final de vinculación en 2024, se trataría de una salida menos rentable de lo barajado.
William Carvalho, Borja Iglesias o Álex Moreno, tan importantes en los planes de Pellegrini como el italo-argentino, costaron lo suyo y no cotizan tan al alza, razón por la que interesaría más deshacerse de Rui Silva o Luiz Felipe, que llegaron a coste cero y mantienen un caché alto. El caso es que por el portugués y el italo-brasileño, seguramente, no llegarían propuestas interesantes hasta que la 23/24 no arrancara, un riesgo cuya asunción dejaría en el aire la viabilidad económica del proyecto bético. Sin embargo, aceptar un montante menor pero más temprano por otro jugador podría obligar a vender a más de uno, tratando de 'rascar' unas cifras bajas pero necesarias por hombres como Loren, Paul o un canterano emergente que llame mucho la atención. Una difícil elección.