Ni barras de PVC, muletas ni botellazos, faltaría más. Pero tampoco este amaneramiento del derbi. Debe de haber un término medio (probabilidad), debe haberlo (obligación). Si no, lo de #ElGranDerbi quedaría excesivo, 'king size' en su acepción más 'demodé'. Y, para conseguir que, como defiende el Papu Gómez en una de las intervenciones mediáticas más sinceras y dignas de aplauso que recuerdo, se recupere la esencia de estos partidos, del fútbol en general, qué menos que echar a patadas de aquí al club de los ofendiditos, que campa a sus anchas por las redes sociales y los medios de comunicación para poner cortapisas a todo. No podemos coger una rivalidad centenaria con papel de fumar.
Resulta difícil discernir entre la guasa típicamente sevillana y el escarnio. Pero si de criaturitas fue siempre el pataleo después de las (muchas) derrotas del Betis en los enfrentamientos contra el Sevilla, con denuncias sobre tales o cuales comportamientos inadecuados, de idéntica desfachatez es, por lógica, también llorar por un tifo que incita presuntamente a la violencia, cuando hemos visto lo que hemos visto en ambos estadios, aparte de que la composición pictórica en cuestión fue revisada por la Policía Nacional. Eso tendrían que conocerlo Castro y Del Nido Jr, porque algún miembro blanquirrojo habría en la reunión para hablar sobre el dispositivo de seguridad. Y, ahora, viene lo de Monchi.
Yo la actitud del director deportivo nervionense no acabo de entenderla. Que salga a festejar el empate con uno más ante el eterno rival porque, en teoría, esperaba una goleada heliopolitana no se sostiene, entre otras cosas porque Pellegrini, sus jugadores y los representantes del Betis nunca hablaron en la víspera de nada distinto al respeto más allá de la clasificación. Que Pier, que trabaja en Betis TV, cierto, previera una goleada o Dani Ceballos, que juega en el Real Madrid por muy bético que sea, enarbolara el '¡Aplasta, Betis!' pesa lo mismo que nada. Sampaoli y su plantilla expresó ya desde las entrañas del Etihad Stadium que iban a La Palmera a ganar, a que supusiera un punto de inflexión. Lo normal, ¿no?
Luego, están los compañeros, los míos, no los de ellos. Algunos, para comérselos. Como en todos los gremios. Se han llevado días y días hablando de que todo lo que no fuera que este excelso Betis goleara a este infame Sevilla sería un fracaso. Y, ahora, a todo pasado, se convierten en toreros preguntando por la paliza en cuestión. El que sólo lea, escuche y mire con la jáquima blanquirroja o verdiblanca se lo terminará creyendo, pero los que, por gusto, interés, deformación profesional o criterio analicen todo lo que se dice de un tema estarán flipando, como lo estoy yo. Y no me quiero olvidar de lo de Monchi, que pierdo el hilo.
Desde mi más absoluto asombro, insisto, por que un alto ejecutivo del Sevilla FC haga eso sin mediar siquiera una victoria contra el Real Betis, máxime cuando el otro día un grupo (reducido, eso sí) de aficionados de su propio equipo zarandeó su coche, le insultó y le pidió explicaciones tras la derrota ante el Rayo, no entiendo que, desde el tristemente famoso derbi del palo, todo se haya ennegrecido tanto. Denuncias, declaraciones de 'persona non grata', expulsiones del palco, informes periciales... Me recuerda todo a las peleas de esgrima o a la que versionaron jocosamente en 'La que se avecina' con guantes. Nadie podrá acabar nunca con la 'guasa' sevillana. Siempre he dicho que guardo la compostura porque va con mi condición de periodista buscar la imparcialidad, pero, como aficionado, igual que cuando jugué al fútbol de manera más o menos organizada, soy un mal perdedor y un pésimo ganador. No digo lo que haría si gano un derbi porque me echan.
Dentro de que la violencia hay que desterrarla absolutamente de los campos de fútbol, sin discusión alguna, normalicemos el pique, la sorna, la burla. Un 'mira este tatuaje con seis Uefas, que lleváis 20 años mamando' y un 'para qué quiero yo esos paragüeros, calvo, ¡a Segunda!'. A ver si vamos a tener que convertir la eterna rivalidad hispalense en una suerte de alusiones epistolares a lo Quevedo y Góngora. Quevedo no el de la session con Bizarrap, que presumo de que, entre los que han llegado hasta aquí, alguno peinará canas y amará la Literatura como servidor, que también gusta de vez en cuando de un poco de música urbana.