Resulta complicado entender para muchos cómo Xavi, habiendo sido de los mejores jugadores de la historia en su puesto, no logra imponer su filosofía en un equipo como es el propio FC Barcelona. Pero son tantos los factores que debe dominar un entrenador que no basta con haber sido campeón de Europa y del mundo como jugador para triunfar con pizarra y silbato en mano. Lo han conseguido muchos, como Zidane, pero no todos.
En el caso del de Terrasa, el tiempo cada vez corre más en su contra. La paciencia tanto en el club como entre los aficionados ya no es la misma que cuando relevó a Koeman en el banquillo azulgrana. Porque por plantilla, el Barça ya debe aspirar a todo y porque lo que no se puede ir, con el paso de las temporadas, es a peor. Y a día de hoy, el estilo de juego que tanto han defendido por encima de los resultados en la entidad barcelonista ha involucionado respecto al de campañas anteriores.
Precisamente esa búsqueda "de la excelencia" que tanto predica y que vivió con Guardiola en su etapa como jugador es la que le tiene bloqueado al preparador culé en estos momentos. Pero hay otros elementos que no termina de ver o, al menos, de ponerles remedio.
En primer lugar, a día de hoy no tiene un once claro. Quiere repartir minutos y tenerlos contentos a todos, pero el nivel de la plantilla baja muchísimo dependiendo de quién esté sobre el campo.
En segundo lugar, se ha empeñado en jugar con un sistema de tres centrales que no beneficia al juego interior que luego trata de desarrollar. Sobre todo, porque ninguno de los tres tienen la velocidad que si tenía Mascherano cuando le colocaban en dicha parcela en su día.
Y en tercer lugar, porque cada vez emplea un juego más directo con centros laterales que, teniendo la talla que tienen sus jugadores tampoco les beneficia. Y si Lewandowski no está fino o no está en el campo, el equipo lo acaba pagando.
Por si esto fuera poco, parece dispuesto a quedar bien con Koundé por lo que le prometió este verano y sigue regalándole minutos en el eje de una zaga en la que se le ven las carencias tal y como ocurrió ante el Alavés. Hasta tres uno contra uno le tuvo que ganar Samu Omorodion para que Xavi le cambiara con Araújo y dejara de sufrir.
Por otro lado, sigue confiando en Oriol Romeu y parece querer que triunfe a toda costa. Ante el conjunto vitoriano salió en el 81' y cometió un penalti que, de no haber sido por un fuera de juego previo, le hubiese costado la victoria al conjunto azulgrana. El centrocampista no es ni la sombra del que destacó en el Girona y, cada vez que sale, se encuentra muy perdido en el engranaje culé.
Pero, sin lugar a dudas, lo que más preocupa en Can Barça este año es que parece que Xavi ha perdido su liderazgo en el vestuario. Ha intentado mezclar jugadores jóvenes y talentosos con otros veteranos y muy contrastados a nivel europeo. Y la apuesta, por el momento, no le está saliendo bien. Los canteranos ejecutan sus órdenes a rajatabla, si bien los pesos pesados sólo quieren ganar y ganar. Y el discurso del técnico catalán no termina de llegar. La plantilla está dividida, como quedó claro tras las declaraciones de Gündogan al perder el 'Clásico' ante el Real Madrid.
Encajar un gol en el primer minuto de juego puede ocurrir una vez (como en Granada), pero cuando ya se repite (Alavés) denota un claro síntoma de relajación, de falta de tensión a la hora de salir al terreno de juego. Y esto a su vez, yendo terceros en la tabla y sin sellar su paso a octavos en la Champìons League todavía, refleja que la voz y autoridad de Xavi no termina de calar en sus jugadores.
Por último, sus discursos ante la prensa han pasado de sonar a excusas, como las del césped o la hora del partido, a causar risas, como las pronunciadas después de su último envite liguero echándole la culpa a los medios de que sus jugadores saliesen tensionados y sin disfrutar porque leían los comentarios en los distintos medios.