El Estadio Olímpico de Bakú, escenario este miércoles de la final de la Liga Europa entre el Chelsea y el Arsenal, es el mejor exponente de la nueva política de la FIFA y la UEFA de buscar nuevos horizontes y nuevas fuentes de ingresos más allá de la vieja Europa.
Si Kiev recibió la final de la Liga de Campeones en 2018 y Gdansk acogerá la final de la Liga Europa en 2020, Bakú y San Petersburgo fueron elegidas para albergar el próximo año la primera fase y los cuartos de final de la Eurocopa.
Otra ciudad del este, Moscú, fue también el escenario en 2008 de la única final puramente inglesa de la historia de la Copa de Europa, que enfrentó al Manchester United y al Chelsea con victoria del primero en la ruleta rusa de los penaltis.
El Estadio Olímpico de Bakú, que fue inaugurado en marzo de 2015, ya superó con nota la prueba de un gran acontecimiento deportivo con la primera edición de los Juegos Europeos celebrados ese mismo año.
No es un clásico estadio de fútbol, ya que, al contrario que muchos de los coliseos que se están construyendo en Europa, sí tiene pista de atletismo, ya que Azerbaiyán aspira a celebrar los Juegos Olímpicos, objetivo al alcance de la mano debido a sus ingentes recursos energéticos.
Con un aforo de 68.000 asientos, unas instalaciones ultramodernas y unos accesos a prueba de aglomeraciones, Bakú es un inmejorable lugar para celebrar una final europea, algo que ya comprobaron ambos finalistas, ya que Chelsea y Arsenal disputaron partidos europeos en este estadio.
El Chelsea ya jugó aquí en 2017 ante el Qarabag (0-4) en partido correspondiente a la fase de grupos de la Champions y el Arsenal hizo lo mismo un año después en la primera fase de la Liga Europa (0-3).
Por tanto, las fuerzas de seguridad locales ya saben lo que es tratar con los hinchas ingleses, aunque para esta ocasión se reforzará el dispositivo de seguridad para evitar incidentes en la ciudad bañada por el mar Caspio.
Ni las autoridades ni la prensa ni los habitantes de la ciudad esperan incidentes, ya que a Bakú no viajarán más que unos pocos miles de hinchas británicos, aunque hay entradas a la venta a precios asequibles, desde 30 a 140 euros, por lo que el número de aficionados extranjeros podría incrementarse en el último momento.
Bakú, ciudad que debe su esplendor actual en gran medida a los hermanos Nobel, ya sabe lo que es ser el centro de las miradas del mundo, ya que organizó el Festival de Eurovisión en 2012 y acoge cada año desde 2016 un gran premio de la Fórmula Uno.
Azerbaiyán es un país musulmán, pero es un Estado laico, por lo que en las calles de Bakú el comportamiento de los aficionados occidentales no estará sometido a estrictas reglas de conducta como en el mundo árabe, siempre y cuando los hinchas no se pasen de la raya a la hora de consumir alcohol.
El Gobierno local ha intentado también aplacar los infundados temores de la prensa inglesa sobre que Bakú es un lugar inseguro, cuando es considerada una de las capitales más seguras del espacio postsoviético.
En el plano futbolístico, las autoridades advirtieron tras la negativa del armenio Henrikh Mkhitaryan que los aficionados locales apoyarían a muerte al Chelsea, aunque eso es cierto a medias, ya que en el partido disputado por el Arsenal en octubre pasado en Bakú, el alemán de origen turco Mezut Ozil fue recibido como un ídolo.
De hecho, Ozil contribuyó la pasada semana a rebajar la tensión al enviar un cálido mensaje a la afición azerbaiyana vía Instagram, que a buen seguro equilibrará las fuerzas en las gradas el día de la final.
Lo mismo hizo Michael Essien, que milita en el Sabail local y que vivió los mejores años de su carrera en el Chelsea.
El estadio suele acoger los partidos del Qarabag y de la selección azerbaiyana, por lo que ya sabe lo que es un lleno a rebosar, aunque la prensa inglesa insinúa que podría haber muchos asientos vacíos -un número indeterminado de aficionados ya habría devuelto las entradas- debido al alto coste del viaje y la estancia en Bakú.
Esas calvas en las gradas podrían solucionarse con los seguidores locales y de los países de la zona -Armenia, Georgia, Rusia o Ucrania-, aunque, según la prensa europea, las autoridades locales han decidido boicotear a todo aficionado con apellido armenio por motivos políticos.