No es ningún secreto que al
Betis no le bastará con la venta de
Sanabria al Torino durante el pasado mercado invernal (a cambio de siete millones de euros fijos, en dos plazos, y tres en variables) para cuadrar sus
cuentas, con un desfase por la contabilización del hipotético regreso del público a los
estadios. Difícilmente será factible antes de que expire la
20/21 y ya se empieza a poner en cuestión que la campaña próxima estén ocupadas las gradas, por supuesto de manera minoritaria en el mejor de los casos, por lo que el
recálculo a la baja de los
presupuestos será una realidad extendida en el fútbol europeo, en general, y español, en particular.
Habrá que volverse a acostumbrar a montantes inferiores a los
cien millones en el caso verdiblanco, cuando se había pensado en el doble para un curso lastrado definitivamente por la pandemia. El
coste cero será el recurso preferido, junto a los
trueques y las
cesiones con pago aplazado, de nuevo, para las próximas ventanas de transferencias, cuando de nuevo imperará la necesidad de
retener a los mejores efectivos ante la imposibilidad de un
recambio de garantías, al menos que entren en una de las pocas operaciones multimillonarias que habrá. Lo de recuperar grandes inversiones parece una
utopía.
Volviendo a Heliópolis,
el propio presidente de LaLiga, Javier Tebas, recordó no hace mucho que deberá afrontar una gran venta (u otras menos cuantiosas) antes de septiembre para cubrir el desfase en su
tope salarial, a riesgo de ver éste reducido drásticamente. Obviamente, una clasificación para competiciones
europeas, con el aumento de ingresos que supondría, ayudará a ver el futuro con ojos más halagüeños, aunque
Antonio Cordón y sus superiores continúan mirando al mercado en su doble vertiente con calculadora en mano.
Hace unos días se conoció que
el Arsenal piensa en Guido Rodríguez para reforzar su medular, habida cuenta del fiasco que ha supuesto la contratación del ex colchonero
Thomas. Con una cláusula de
80 millones de euros, el Betis está tranquilo, máxime cuando el argentino no vería con malos ojos quedarse, si bien todo pasaría por una
revisión al alza de su contrato que ya meditan en la planta noble del Benito Villamarín. Conocida la urgencia económica,
Haro y Catalán, igual que el extremeño y
Pellegrini, preferirían desprenderse de otros futbolistas, empezando por
William Carvalho, aunque es cierto que sería casi imposible con el luso-angoleño lograr una
plusvalía sencilla con el ex de
América: pese a que los azulcrema se quedarían con el
30%, al haberlo vendido por tres kilos (y otros tantos en bonus), hay margen para sacarle dinero.
El caso es que la
Premier, y no sólo los 'gunners', aparecen como amenaza para la plantilla bética. Amenaza y tabla de salvación, porque el interés por varios efectivos heliopolitanos abre el abanico de oportunidades de hacer un negocio que equilibre las cuentas béticas. Así, además de Guido,
a los londinenses les gusta Emerson, que, de ser vendido por el Barcelona antes del 1 de julio de 2022, reportaría el 50% de los beneficios totales al club verdiblanco. El Liverpool, además, no pierde de vista a
Mandi,
más cerca de renovar ahora que de marcharse, mientras que, según la prensa británica, estudiaría sacarse la espinita por
Fekir si se marcha
Salah. Además, ESTADIO ha podido saber que, ante la no continuidad de
Wijnaldum, han realizado un seguimiento a Guido, más defensivo eso sí que el holandés. Por último,
Benfica aparte,
Wolves y Leicester son los que más se movieron por William.
Encima, otros equipos de la Primera división inglesa están interesados en el lateral derecho de la Roma
Bruno Peres y en el central del Torino
Nkoulou, que quedan libres y gustan al Betis para reforzarse a coste cero en la próxima ventana. El periodista especializado Nicolò Schira
desvelaba el 15 de marzo el interés desde la capital hispalense por los veteranos zagueros, aunque el mero contacto desde las islas
encarecería el precio de una posible operación con destino Villamarín. Un problema extra, pues en la
Serie A hay deseos para que el brasileño y el camerunés continúen, aunque con otra camiseta, en el país que los acogió recientemente.