En la cocina todos los chefs coinciden en que menos es más, siendo uno de los platos estrellas de nuestra gastronomía los huevos fritos.
A priori puede parecer una receta sencilla. Hasta el refranero español da a entender eso, ya que se suele decir que "no sabes ni freír un huevo" a alguien que no es capaz de hacer cosas simples. Seguro que el que ideó dicho refrán no había cogido muchas sartenes para freír huevos, puesto que este delicioso plato también tiene su truco y hacerlo perfecto no es tan sencillo.
Es muy común que la clara se extienda más de la cuenta o, lo que es peor, la yema se rompa antes de llegar a la sartén o al sacar el huevo hacia el plato. Hay varios trucos para evitar que cosas como estas pasen y estropeen un plato perfecto, para lo cual debe incluir que sea el propio comensal el que rompe la yema en el plato, si es con pan mejor.
Puede parecer una obviedad, pero usar huevos frescos siempre es mejor. Esto es porque la clara se mantiene más unida en torno a la yema, lo que hace que sea más difícil que se desparrame en la sartén y que se rompa la yema, la membrana que la recubre es más elástica y gruesa que la de los huevos que tienen más días.
Las abuelas siempre tienen razón y hay un método muy sencillo y rudimentario que sirve para determinar si un huevo es fresco o no.
Simplemente hay que sumergir el huevo en un vaso con agua. Si el huevo acaba hundido y en horizontal es el mejor momento para freírlo, si se queda vertical lo ideal es usarlo para otra elaboración.
Otra cosa, esta más lógica, es mirar la fecha de caducidad impresa en el huevo. Cuanto más lejos estemos de esa fecha más opciones de que sea fresco.
Algo muy recomendado es cascar los huevos en un recipiente aparte antes de echarlos en la sartén. Algo recomendable siempre que se vayan a usar huevos en la cocina, ya que así se comprueba si el alimento está bueno y se evita que caigan trozos de cáscara.
También hay que tener en cuenta la temperatura del aceite a la hora de freír el huevo. Lo ideal son 180 grados centígrados. Si no disponemos de un termómetro, que es lo más común, podemos comprobar que la temperatura es óptima echando un palillo de dientes. Si hay un pequeño chisporroteo es que ya podemos freír el huevo.
Hay que echar el huevo con suavidad y no desde muy arriba. A la hora de sacarlo lo mejor es usar una espumadera de metal antiadherente que sea plana y grande, metiendo la misma debajo del huevo desde un lateral hasta el centro. Si la yema la dejamos fuera de la espumadera o en el borde tenemos muchas opciones de que se parta.