Los equipos que luchan por los títulos tienen la habilidad de ganar cuando juegan bien y cuando lo hacen peor. Aprovechan las concesiones del rival y cierran los caminos a su portería. O estás acertado o palmas. Ayer el Betis vio cómo ese guion se cumplía de principio a fin. Un inicio frío de los verdiblancos, un error en un despeje, un gol en contra y tres puntos perdidos. Porque el Atlético consiguió que no pasara mucho más en el encuentro, al menos en las áreas, que es donde se deciden los partidos. Ceballos se echó el Betis a la espalda y el conjunto verdiblanco dominó durante amplios tramos del choque la posesión y el espacio, pero le faltaron argumentos para superar el muro levantado ante la portería de Moyá.
Ante las bajas atrás, Víctor colocó a Donk como libre y a Brasanac como pivote. La sensación es que, por juego, el Betis mereció algo más, aunque lo cierto es que las ocasiones fueron contadas. Una llegada apurada de Jonas Martin, dos tiros lejanos de Rubén Castro y otro más claro para el canario. Puntuar en el Calderón exige un índice de acierto altísimo con ese bagaje ofensivo.
Con todo, Víctor puede sacar conclusiones positivas del choque en la reacción del equipo a un gol tempranero del Atlético -no hubo la descomposición de otros años en este escenario-, la fluidez que tuvo el equipo en la zona ancha y la sensación de dominio sobre un aspirante al título. En el segundo acto buscó soluciones cambiando de hombres y de dibujo. No halló la respuesta deseada, sobre todo en unos diez últimos minutos en los que el Atlético agarró el balón y lo mantuvo lejos de su portería hasta el pitido final.