Siempre se dice que en un derbi nunca hay favoritos, porque entran en juego una infinidad de factores ajenos a lo puramente deportivo, sobre todo a nivel emocional. Un derbi se disputa con la cabeza y con el corazón en convergencia, resultando crucial la gestión del equilibrio entre ambos. Con la mente fría pero sintiendo lo que significa. Con pasión en la medida justa de que no condicione las ideas.
Un derbi se juega de muchas maneras y no es menos derbi porque, por seguridad sanitaria, se pierda la espectacularidad de su ambiente. Evidentemente faltará un ingrediente vital, la salsa, pero cada sevillista y bético lo vivirá en su interior como acostumbra, con nervios, incertidumbre, y la ciudad se paralizará como cada vez que llega el día señalado.