Se preveía un grupo fácil, pero con sólo un partido el Sevilla ya sabe que más que para competir, le servirá para tener enchufado a todo su plantel, para recuperar a los que salgan de lesión o necesiten minutos y hasta para que jueguen chavales de la cantera. Y eso sin menospreciar a unos rivales que, a falta de calidad, le ponen mucho corazón.
Ni eso le sirvió al Qarabag para complicarle la vida a los de Lopetegui. Tuvo mucho que ver que el equipo sevillista se tomó muy en serio el partido, jugó con la misma intensidad que viene ofreciendo desde que empezó a competir en la presente temporada y que los menos habituales se esforzaron por quitarle el puesto a los que, en teoría, lo tienen agarrado actualmente. Pero también que el Qarabag no tiene nivel para competir de tú a tú con un club hecho para estar entre los cinco o seis primeros de una de las mejores ligas del mundo. Un club que podría jugar Champions con muchas opciones de pasar a la segunda fase. Y si el Qarabag, que es el tercer favorito, no fue rival, cómo podrá serlo un Apoel que no es capaz ni de ganar en casa a un equipo, el Dudelange, que nunca había ganado en Europa en toda su historia. El Sevilla ya está en dieciseisavos. Puede parecer arrogante decirlo, pero es así.