Pablo Martínez, del Club Náutico a Campeón Mundial: "Mi paso por allí lo es todo"

El piragüista reconoce la importancia del club sevillano para haber alcanzado logros como el título mundial

Iván DíazIván Díaz 10 min lectura

A sus 25 años, Pablo Martínez Estévez (Sevilla), es uno de los piragüistas mejor valorados a nivel nacional. El primer andaluz en conseguir un diploma olímpico para este deportes, fue campeón del mundo pese a su juventud y aspira a lograr una gesta inédita para el deporte andaluz en los próximos Juegos Olímpicos de París de 2024. Sus proezas son aparentemente verosímiles para alguien que no conoce su trasfondo. El joven palista creció jugando al tenis y fue un giro brusco de timón, quien lo llevó al lugar que hoy ocupa en el panorama de este deporte. Un giro que, según ha podido conocer ESTADIO Deportivo mediante una entrevista, lo protagonizó el Club Náutico. Ahora, el piragüista sevillano está en manos del programa Regenera Élite, una agencia de rendimiento deportivo con la que pretende llegar en plena forma a París.

- ¿Qué tal está?

Estoy muy bien. Comienzo a afrontar la primera recta final de la temporada con los primeros grandes torneos. Tengo buenas sensaciones, me veo con ganas y estoy contento.

- ¿Cómo fueron sus orígenes en el piragüismo?

Yo empecé bastante tarde. En mi familia, mi hermano mayor empezó en el piragüismo allí en el Club Náutico con siete años, prácticamente cuando yo nací. Mi familia es gallega, pero nosotros nos hemos criado en Sevilla por lo que ver el río y sus condiciones era muy atractivo. Por lo que me cuentan, mi hermano fue probando hasta que dio con el piragüismo. A día de hoy lo sigue practicando y es algo de lo que yo me empapo mucho. Tiene una gran capacidad de disfrutar del deporte y de lo que lo rodea.

Yo empecé a jugar al tenis y estuve jugando hasta los 16 años. Aunque es verdad que siempre que mi hermano competía íbamos a verlo a cualquier parte de España. Al final llegó una etapa en la que yo no disfrutaba del tenis, porque era una etapa de competición, y era un deporte muy exigente que yo no supe gestionar bien. Eso me frustraba. Dos años después empecé yo.

Cuando iba a ver competir a mi hermano, su entorno y los chavales del club, que a día de hoy son mis amigos íntimos, me preguntaban que cuándo me iba a apuntar al piragüismo. Había seis o siete que le insistían a mis padres para que dejase el tenis y empezara a remar. Yo los vi disfrutar y supe que aquello era lo que quería. Ahí arrancó todo.

Al principio yo entrenaba dos días a la semana, porque éramos seis o siete chavales universitarios. Poco a poco empezamos a comprometernos y nos marcamos objetivos como llegar a los campeonatos de España. Lo cumplíamos y nuestros profesores se enfadaban y nos pedían que sacáramos más tiempo porque teníamos capacidad para sacar resultados. Pero en aquel entonces queríamos sacar nuestros estudios y disfrutar del deporte. Yo fui marcándome objetivos mayores cuando empecé a tener más tiempo.

- ¿Qué importancia tuvo el paso por el Club Náutico de Sevilla?

Personalmente, creo que lo es todo. De no ser por el Náutico no habría hecho piragüismo. Además, tampoco habría llegado a donde he llegado. El hecho de que nosotros como club tengamos esa sensación de unión es lo que me ha hecho que después de acabar la universidad me fuese directamente a entrenar. Eso lo hice por el Náutico, por nuestros entrenadores, compañeros y los más mayores, que nos enseñaron que entrenar no es nada malo, sino que se disfruta entrenando. Ese aprendizaje se queda para toda la vida. A mí me encanta cuando voy un fin de semana a Sevilla y los domingos los veteranos tienen reuniones tras los entrenamientos. Y eso es el Náutico. Sin sus valores y sin el aprendizaje de disfrutar del piragüismo, nunca habría aspirado a un objetivo mayor como ahora.

- Acerca de ese gran éxito deportivo, ¿qué supone para Pablo Martínez ser campeón del mundo?

Son palabras mayores. Nunca había pensado cuando empecé a entrenar en piragüismo con 16 años que iba a competir ni siquiera internacionalmente, así que ni mucho menos me imaginé ser campeón del mundo en una distancia olímpica. Desde que Tano y yo empezamos a montarnos juntos, viendo las ganas y el potencial que tenemos, eso fue una guinda enorme para esa primera temporada del ciclo olímpico. Si hace dos años me dices que iba a ser campeón del mundo te habría respondido que en el parchís. Es una gran satisfacción y un gran impulso por ver que estamos ahí, que seguimos mejorando y que si seguimos a un gran nivel competitivo estaremos en lo más alto posible.

- Con respecto a la figura de tu compañero de barca, Tano García de la Borbolla, ¿cuál es tu relación con él? ¿Qué importancia tiene en tu vida?

Tano y yo somos uña y carne (decía entre risas). La relación que tenemos va más allá del barco. Nosotros somos Tano y Pablo. Nuestro potencial y todos nuestros éxitos vienen cuando nos montamos juntos. Es donde tenemos la ilusión y las ganas depositadas. Partiendo de esa base, en la relación tenemos que exprimirnos y exigirnos para sacar lo mejor de cada uno. Además, tenemos la suerte de habernos criado juntos. Nuestro entorno y nuestros caminos fueron similares. Aunque yo empezase más tarde, los dos empezamos en el Club Náutico con los mismos profesores y compañeros. A los 17 él empezó en el equipo nacional y se separó hacia el alto nivel. Pero siempre competimos en el club. Nuestras familias se conocen.

Es cierto que en ocasiones hay momentos complicados. Todas las relaciones personales tienen partes complejas y más cuando van de la mano de tal exigencia, pero la unión y la relación que tenemos va más allá del barco.

- ¿Considera que su vida deportiva está ligada a la pareja que conforma con Tano?

Sí. Los dos tuvimos caminos separados y distintos en el inicio de nuestras carreras deportivas y al juntarnos vino el boom de aspirar a lo más alto. Personalmente, cuando yo competía sin Tano de compañero tenía otra forma de afrontarlo. Cuando empezamos a montarnos juntos, el barco empezó a tener potencial y el resultado comenzó a ser muy bueno. Él fue campeón del mundo en junior, pero cuando nos unimos marcamos un antes y un después en nuestras carreras. Ojalá que sigamos sacando este rendimiento.

- ¿Cómo es Sevilla para entrenar? ¿Qué ayudas te dieron en Andalucía para el entrenamiento?

Sevilla es un sitio fantástico porque tenemos un clima perfecto y una lámina de agua de siete kilómetros que puedes recorrer sin complicaciones.Yo la echo de menos. Está en plena ciudad, algo que se agradece. Mentalmente, eso te ayuda a despejarte. Las condiciones son brutales y lo vemos en que está lleno. Esto es lo malo que tiene Sevilla, porque se llena de barcos de turismo que hacen olas, de barcos privados, de concentración de selecciones que vienen de fuera o de selecciones nacionales. Nosotros vamos de rodilla, en una posición incómoda donde el equilibrio cuenta mucho. Por ello, cuando el río está superpoblado y todo se hace sin organización, los entrenamientos de calidad se pierden. No obstante, las condiciones de allí son una maravilla y disfrutabas de otras cosas.

En cuanto a los apoyos, ahora que hemos llegado a este nivel tenemos la beca Olimpus. Hubo un problema y al final nos apoyó la Fundación Andalucía Olímpica. Hasta 2020 no recibí ninguna ayuda y cuando hablamos con compañeros de otras regiones y provincias nos damos cuenta de que no tenemos el apoyo suficiente. Creo que esto es algo en lo que se debe mejorar y según me cuentan se trabaja en ello.

- ¿Volverás pronto a Andalucía?

Nosotros como club estamos en la UCAM. La apuesta que están realizando para apoyar el deporte olímpico es enorme. Ahora estoy entrenando aquí, pero quién sabe si en un futuro. Evidentemente, yo voy a vivir en Sevilla. Cuando sea no profesional, el Náutico serán mis colores que a mí el blanco y el verde me encantan.