Álvaro Valera tiene una diestra poderosa, y durante más de una década y media su derecha ha sido la mejor del mundo. En una extensa entrevista ESTADIO Deportivo, ha recordado sus orígenes, unos inicios acompañados de su padre, con el que entrenaba mañana, día y noche para poder competir, y ganar, a niños “sin su dificultad”. Y es que el sevillano, que acaba de cumplir 40 años, no solo tiene que enfrentarse al paso del tiempo, sino también a su enfermedad: una polineuropatía de carácter distal, que el paso del tiempo le hacer perder “fuerza, potencia y masa muscular”.
Cuando se le pregunta sobre si le queda algo de aquel joven que comenzó a competir hace 25 años, cuando apenas era un adolescente, lo tiene claro: “Queda esa esencia, una parte”. “Desde entonces ha cambiado mucho todo, el deporte paralímpico a día de hoy es deporte profesional con mayúsculas, es alto rendimiento, es alta competición. En aquel momento todavía era amateur, no se había profesionalizado y bueno, la competencia es espectacular a día de hoy”, explica Valera que además de los avances del deporte se enfrenta a un “reto particular”.
Su desafío no es otro que una enfermedad degenerativa: “A nivel personal soy de los pocos que se tiene que enfrentar no solo al paso de los años, sino también a una condición neuromuscular que va agravándose a lo largo del tiempo. He ido perdiendo masa muscular, he ido perdiendo potencia, he ido perdiendo fuerza en los brazos y en las piernas, lo que también ha implicado que haya ido bajando de categoría hasta que, hace diez años, estoy en la última (clase 6). Ya no hay más, lo siguiente sería jugar en silla de ruedas, cosa que está completamente descartada. Dentro de pie hay unos baremos y estoy dentro del más afectado, y dentro de eso grupo voy teniendo ya más desventaja que el resto”.
Para el palista hispalense, el deporte “siempre” ha sido su “reto” y su “inspiración”: “Empecé a hacer deporte por eso, porque quería ser uno más. Con 10 años en el colegio quería hacer deporte y quería formar parte del grupo y competir contra otros niños sin ningún tipo de limitación física y ése para mí era el objetivo y el reto. Quería estar a la altura a pesar de tener una desventaja, una discapacidad. Poco a poco eso era lo que me daba una gran satisfacción. A las competiciones infantiles, llegaba con mi dificultad y poder ganarles, me iba a casa con una sonrisa de oreja a oreja”.
Así se fraguó la diestra más poderosa del mundo del tenis de mesa adaptado, una leyenda que será difícil superar.