Ese llanto contenido tras el partido dejaba entrever que, pese a su aparente frialdad y pasotismo,
Franco Vázquez lo está pasando mal. Que no es ajeno a las críticas y que no estaba siendo la mejor manera de marcharse del Sevilla FC. Tras
192 partidos, 19 asistencias y 26 goles. El último, para el recuerdo,
el que mejor le define: demostrando, con un genial pase de primeras a Óliver, para que éste partiese en posición correcta y en ventaja, que
la que debe correr más es la pelota; confirmando que él es
válido por dentro y cerca del área, con lo que no le beneficia el 4-3-3; y advirtiendo, en este fútbol cada día tan mecanizado, que
a veces vale más maña que fuerza.
De hecho,
el secreto está en la mezcla. El Sevilla no sería un buen equipo
con once Ocampos.
Ni con once Diego Carlos. Y pongan el nombre que quieran. Para que uno pueda correr,
necesita que otro la pare, la aguante, atraiga rivales y lo vea. "Ni todas cortas ni todas largas. Ni todas pisadas, ni todas corridas.
El fútbol es una constante coherencia entre lo antagónico", decía Panzeri.
El Mudo
es diferente. Pero, sobre todo,
no es populista. Nunca ha dicho nada para ganarse un aplauso fácil de la grada, como otros: ni se ha besado el escudo, como otros,; ni ha hecho una carrera demagoga hacia Gol Norte, como otros; ni ha dicho nada en contra del Betis, como otros a los que se han venerado por Nervión sin aportar realmente nada. Pero lo que no ha hecho, seguro, es
despreciar el brazalete. Todo lo contrario: le quiso dar su sitio. El que muchos a él se han empeñado en quitarle.
El "¡corre más!" a Vázquez cuando la pisa es tan torpe y desafortunado
como el "¡vete al médico!" a Errejón, cuando éste destapada los problemas de salud mental de España, y deja bastante claro quién debería ser el mudo de los dos.
"A veces, escucho a la tribuna ¡corré más! y yo pienso que
eso lo hace cualquiera. Te preparás, corrés todos los días y terminás en una maratón. Mucha gente hace eso. Correr, corre cualquiera, pero
jugar al fútbol es más complicado", dijo en su día otro incomprendido, como Riquelme. "
Al fútbol se juega con la cabeza, no con los pies", defiende un Franco Vázquez a quien muchos se han empeñado en valorar por la longitud de sus carreras y en
castigar por ser diferente, cuando, como recordaba Panzeri, "
lo hombres veloces no hacen el fútbol rápido; el fútbol rápido surge de las mentes veloces". Que se lo pregunten a Óliver.