Lopetegui construyó un
Sevilla FC fuerte y rocoso en un tiempo récord, pese a que la plantilla era prácticamente nueva, pero da la sensación de que su equipo ha evolucionado poco desde que comenzó
LaLiga, que sigue sin pulir sus defectos. Y no es cuestión, como simplifican muchos, de tener mejores delanteros, que son mejorables, obviamente, sino de no ser tan plano atacando: de tratar mejor el balón, de transitar más rápido para aprovechar los espacios que deja el rival tras la pérdida, de no querer llegar al área rival una y otra vez de la misma manera...
Con su idea inicial, apenas puso nunca de gol a
Chicharito. No ocurrió contra un
Levante UD muy frágil, especialmente fuera de casa, y era de esperar que tampoco sucediese ante un pétreo
Getafe CF. Sobre todo, porque al técnico vasco tampoco le dio por agitar el árbol, a ver si caía algo. Obviamente,
David Soria (mala venta) tuvo que intervenir, pero más por empuje, que de eso este
Sevilla tiene mucho, que por claridad en los ataques elaborados.
Hasta que salió
Óliver Torres, claro. El extremeño no da dos pases iguales y eso fue indescifrable para un
Getafe que, para más inri, sumó una lesión (la de Nyom) a sus muchas lesiones en defensa, y que se fue descentrando ante el repertorio de asistencias que iba sacando el de
Navalmoral de la Mata, el mago del balón, de su chistera. Con su primer gran pase, dejó solo al mexicano, que pudo desquitarse de su error anterior; con el segundo, permitió que
Navas percutiera y que
Ocampos sentenciara. El ex del
FC Porto puso la diferencia.