El aficionado gusta o no gusta de las cosas. No suele profundizar. Si su equipo pierde, lo achaca a
una falta de actitud; y, si gana, no le importa el cómo y
lo justifica todo. Nunca, en ninguno de los dos casos, busca
explicaciones en el juego, donde realmente está la verdad, donde se puede pronosticar de un modo más certero el futuro.
El marcador, en muchas ocasiones, miente. Por eso, Arias y Castro decidieron prescindir en su día de Berizzo, aun siendo sus números más que decentes.
Para el aficionado,
un futbolista es "bueno" o "malo". Sin más. No cabe que tenga cualidades y que, por circunstancias, no las esté mostrando en un momento determinado.
Franco Vázquez, por ejemplo, corre lo mismo que antes, o quizás menos, al estar mejor rodeado, pero ya no es "lento", ni "vago" ni hasta "perro". Qué cosas.
El aficionado obvia los estilos de juego, los estados de forma, las cualidades del rival o los períodos de adaptación. Al final, acaba reduciendo todo a lo mismo,
a los "huevos", cuando
a este deporte se gana con fútbol. Más bonito o más feo, pero que sea bueno.
Que sirva para explotar las virtudes propias y las debilidades del rival, en resumidas cuentas. El juego del Leganés, de hecho, no es atractivo, pero sí muy práctico.
Garitano, Machín o Mendilibar saben que se gana más si tienes una buena idea y haces que tus jugadores confíen en ella.
Y Montella tiene razón. La derrota del Sevilla en Butarque
no se ha debido "a una fatal de carácter o actitud" de sus jugadores, como pregonan aficionados y hasta crónicas periodísticas. El italiano ha recordado que
la Champions "te consume muchísimo mental y físicamente". Lo extraño es que, conociendo la teoría, no la llevase a la práctica.
Que no refrescase su once,
que no apostara de inicio por sus jugadores más rápidos para obligar al Leganés a retrasar su defensa y apareciesen los espacios (no era un partido para Ben Yedder),
que no ordenara vigilancias a un Bustinza que suele rematarlo todo por alto en cada partido...
El Sevilla no jugó bien en Butarque porque
ni Montella ideó un buen plan ni optó por los jugadores idóneos para ejecutarlo. "Nos tenemos que acostumbrar a jugar cada tres días", advirtió. Tendrá que acostumbrarse él, entonces, a
estudiar bien a los rivales y a utilizar mejor su amplia plantilla. Si no, parece que perder se debe una falta de actitud, cuando no es así. Claro que no.