Al de fuera le extraña. Incluso, llega a resultarle incomprensible, viendo que el Sevilla es quinto en LaLiga, que está en octavos de la Liga de Campeones y vivo en la Copa del Rey (¡estaría bueno!). Eso piensan algunos que, seguramente, se conformarían con estar vivos por el camino mientras se dirigiesen hacia un precipio. Y piensan muchos, también, que los dirigentes nervionenses son
inhumanos y malvados por despedir a alguien que lucha contra una grave enfermedad.
Obviamente, lo dicen demagogos (hoy se lleva más aparentar que ser) que
no han visto dos partidos del Sevilla esta temporada -si lo hubiesen hecho, lo que les extrañaría es que el equipo estuviese quinto- y que desconocen no sólo cómo ha sido el
exquisito trato de la entidad desde que se supo sobre su cáncer, sino también que el propio técnico pidió
que se separase lo deportivo de lo personal. Y eso se ha hecho. No en vano,
dejarlo por pena sí que hubiese sido una tremenda falta de respecto.
A Berizzo se le echa porque en seis meses
no ha sido capaz de armar un equipo. Se decide prescindir de él porque no ha ganado
ni un solo partido controlando todos los aspectos del juego, empezando desde una previa de Champions ante el Basaksehir en la que
no se quedó fuera de milagro. Se le abre la puerta por su
desastrosa política de rotaciones y por
no saber transmitir su idea ni trabajarla bien. Por sus malos planteamientos, por su toma de decisiones desde el banquillo o por tener
por debajo de su verdadero nivel a todos los jugadores en un club cuya exitosa y perentoria política se basa en revalorizar futbolistas para
obtener plusvalías, teniendo apartado al mayor valor del club (Nzonzi) y en un segundísimo plano al fichaje más caro de su historia (Muriel).
Se pone fin a la etapa del 'Toto' porque el aficionado ha tenido que sufrir unas
derrotas indignas, porque
ha gastado todas las balas en el centro del campo sin dar en el blanco y por no haber mostrado ni la más mínima sensación de que fuese a darle la vuelta al asunto. Todo lo contrario.
A Berizzo, un tipo noble y trabajador, se le echa porque no parece consciente de estar sentado en el banquillo de un club con
200 millones de presupuesto y porque ha llegado en su peor momento al parón de Navidad, ideal para este tipo de cambios. Quizá también porque hace falta
un revulsivo antes del derbi, pero sobre todo porque el Sevilla no podía fichar jugadores específicos para un entrenador en quien ya no confiaba.
Toda la culpa no es del 'Toto', obviamente. De hecho, en toda esta historia existe un problema de base: Arias pensó que el ex del Celta era el más indicado para darle continuidad a lo que empezó Sampaoli, pero
la idea de juego de ambos tiene muy poco que ver y el director deportivo
no le fichó en verano lo que necesitaba para poner su idea de juego (mediocentros fuertes, de ida y vuelta). A patir de ahí, lo que condena realmente a Berizzo es que
nunca se ha sabido adaptar a las características de la plantilla.
Quien no entienda por qué el Sevilla echa a Berizzo, debería sentarse en su sofá y ver dos partidos seguidos. En cuatro horas, si aún sigue despierto, tendrá una visión completamente distinta.