Manuel
Pellegrini le leyó la cartilla, como buen 'padre' deportivo, en sala de prensa: "
Guido es importante, pero tenemos que estar pendientes de los jugadores que pueden jugar.
Paul ha demostrado su
capacidad, pero comete un
error que tratamos de corregir en los entrenamientos, no saber
frenar. Con amarilla, no tenía recambio. Confiábamos en que aguantara. Estoy contento con su partido. Es un jugador de
futuro y muy útil". No le falta razón al chileno, pues la impetuosidad del costamarfileño dejó al Betis con diez a poco del final, propiciando la única fase de (relativo) agobio del
Huesca en todo el partido.
Pero sería tremendamente
injusto juzgar al pivote por esa acción, en la que debió medir más en la entrada a un rival en el centro del campo, por mucho que la primera de sus dos amarillas sea más que
recurrible, ya que toca balón y no golpea con el brazo a
Borja García, que se deja caer nada más sentir el leve contacto. Habría sido, de lograr esa contención, una actuación notable de Akouokou, que suplió bien a Guido Rodríguez para demostrar que su
promoción al primer equipo está más que justificada. Las
estadísticas no engañan.
En sus 82 minutos sobre el campo, Paul creó una ocasión (que
Loren, posiblemente en fuera de juego que el asistente no señaló, mandó fuera a bocajarro), dio
46 toques y firmó un
32/36 en pases que le colocaron con un
88,9% de precisión, el que más de los titulares, pues
Sanabria y Sidnei no erraron ninguno, si bien no llegaron ni a cinco entregas en total. Atinó en tres de los cuatro balones en largo que intentó y en
9/19 duelos, firmando
9 recuperaciones (nadie más que él en el partido, tres entradas y un despeje. Sólo una vez le quitaron el balón, completando dos regates y cometiendo sólo
seis pérdidas, dos de ellas arregladas por él mismo una vez erró.
Con
7 faltas, fue el que más cometió en el Huesca-Betis, eso sí. Deformación profesional, porque, como defendería todo purista, no ha lugar un central o un medio de cierre que no dé patadas. En realidad, bromas aparte, el '4' exhibió una
intensidad contagiosa para sus compañeros, aparte de un gran
sentido táctico, ubicándose siempre en el lugar correcto para ofrecer una salida y un apoyo a los compañeros. Fue a todas las 'guerras' sin excepción, cubriendo las
espaldas a Canales, Fekir y el resto en sus aventuras. En la distribución, el africano deparó continuamente pases de
seguridad, rompiendo líneas varias veces con su zancada para generar
superioridades en campo contrario.
En definitiva, un
rendimiento destacadísimo que empañó ligeramente la acción en la que termina expulsado. Gajes del oficio para quien tiene como misión destruir, pero que aprovechó la oportunidad para crear. Intimidar, sin dejar de proponer. Un
diamante en bruto este Paul, descubierto en la fría Finlandia y tallado por
José Juan Romero en el filial, aunque muchos se apuntan ahora aquel tanto.