Desde que se decretó el
Estado de Alarma el mundo vive en una permanente incertidumbre. La principal certeza es que el confinamiento está consiguiendo frenar la curva de contagios y, con ello, se está reduciendo -pese al ligero repunte de este martes- las muertes por contagio del COVID-19, que al fin y al cabo es lo único y más importante.
Más de medio mundo permanece en sus domicilios a la espera de que se controle esta pandemia que ha paralizado todo, incluido el mundo del fútbol. Con las competiciones suspendidas y los equipos sin posibilidad de entrenarse, la alternativa son los entrenamientos en casa, que poco tienen que ver con las sesiones reglamentarias o la exigencia de los partidos.
Sin fecha para el regreso, las federaciones y las patronales de todos los países discuten la viabilidad de un calendario que, en el mejor de los escenarios, llevaría a los equipos a retomar su actividad a mediados del mes de mayo, esto siendo muy optimistas, y que obligaría a jugar partidos cada 24 o 36 horas para no adentranos en los calurosos meses de julio y agosto, en los que debería, en situaciones normales, comenzar la siguiente pretemporada.
Con un panorama tan desalentador y lleno de incógnitas,
también hay razones para el optimismo. Aunque en estos momentos sea complicado ver más allá, el confinamiento tiene
ciertas ventajas para los equipos como el Betis, que esperan el OK de las autoridades para volver a la normalidad.
En primer lugar, el parón les está permitiendo a jugadores lesionados como
Guardado o Juanmi una tregua. El mexicano, por ejemplo, terminó el encuentro contra el Real Madrid lesionado y las dos primeras semanas tuvo que someterse a tratamiento para recuperarse. El mexicano contaba con una autorización expresa que le permitía salir de su domicilio y acudir a las instalaciones médicas del club para tratarse con los especialistas. Tras esas dos primeras semanas, pudo comenzar a trabajar con absoluta normalidad y cumplir con el trabajo que los técnicos le envían cada tres días a su domicilio y ahora está en condiciones de poder jugar llegado el caso. En una situación parecida se encuentra
Juanmi. El ex de la Real se ha pasado gran parte de la temporada afectado por una talalgia y justo antes del parón se encontraba en la fase final de su recuperación, alternando entrenamientos con el grupo con otros individuales. Con el parón, el de Coín ha ganado tiempo y en su domicilio
ya completa los mismos ejercicios que sus compañeros, por lo que se espera que, a la vuelta, . Que se alargue la temporada le va a permitir tener opciones de jugar algunos partidos que, de haber acabado en mayo igual no hubiese podido.
En este mismo sentido,
el segundo beneficio que tiene esta nueva forma de entrenamientos individuales y en los domicilios es que se reducen a la mínima expresión las lesiones. Los jugadores realizan unas sesiones controladas, en un espacio reducido, con mucha intensidad, pero una carga limitada, por lo que las probabilidades de sufrir algún contratiempo de este tipo son escasas. Así, cuando el Gobierno permita volver a los entrenamientos, Rubi podrá contar con todos para empezar a preparar los encuentros que restan, el derbi, el primero de todos.
Y, siguiendo con este argumento, con el 'parón' de los entrenamientos al uso
muchos jugadores cuya carga de minutos era elevada podrán oxigenarse, recargar las pilas y volver algo más frescos para afrontar los once partidos que restan. Tal es el
caso de jugadores como Mandi, por ejemplo. El central argelino disputó el pasado verano la Copa Africana de Naciones, por lo que vio reducida sus vacaciones y durante el curso lo ha jugado prácticamente todo. Este 'break' obligado tendrá un efecto regenerador en su caso.
Cierto es que durante este tiempo
el contacto con el balón es nulo y los ejercicios de contacto, los choques con los rivales que habitualmente se dan en los entrenamientos también, pero para ello se prevé que los equipos tengan un margen de 15 días antes de retomar la competición, tiempo que los expertos consideran suficiente como para poner la máquina a punto.