El todavía míster verdiblanco,
Rubi, ha tardado
doce jornadas en ceder en un aspecto importante: la
defensa de tres centrales. Desde dentro y fuera del club, cada vez había más voces que le pedían que tomara medidas para frenar la sangría de goles encajados (23 ahora, junto al
Espanyol, el que más de Primera) y disparos concedidos a los rivales (únicamente el
Levante es peor en este apartado que los heliopolitanos), pero
Ferrer Sicilia, en su afán de pasar página con la etapa anterior, asociaba el 1-3-4-2-1 con
Quique Setién. Craso error, ya que el santanderino vino con el 1-4-3-3 (y el 1-4-1-4-1) bajo el brazo y sólo cambió a mitad de su primera campaña, también por una razón similar. Además, el del Maresme utilizó el denostado dibujo en el
Camp Nou y el
Benito Villamarín la campaña pasada, por lo que tampoco tenía mucho sentido el veto.
Una de las razones esgrimidas era que, con un esquema más defensivo, debía
prescindir de alguno de los
‘jugones’, con lo que se resentiría la producción ofensiva. Otro mito derribado por la realidad, ya que un análisis estadístico de los dos encuentros disputados con
tres centrales y
dos carrileros largos no reportaron triunfos, pero sí números, al menos, para la esperanza.
De hecho, lejos de empeorar en ataque, el
Betis ha
mejorado sensiblemente su
promedio de disparos (15,5 por el 11,2 de las once primeras jornadas) y de acierto entre los tres palos (4 por el 3,81 previo). Y es que nunca probó más a un portero como en el derbi (18 lanzamientos). En el otro lado de la balanza, únicamente existe un precedente mejor de concesiones a un equipo, el
Eibar (8), seguido por los diez disparos que ensayaron los sevillistas. Sin embargo, los 22 del
Real Madrid en el
Santiago Bernabéu afean los guarismos defensivos, que son similares con zaga de tres, si bien ligeramente peores.
En concreto, el promedio de tiros recibidos pasa de 15 a 16, mientras que, filtrando el global por disparos a puerta, el número pasa de 5 a 6,5. Entrando en juego la puntería, el listón por abajo estaba en los dos que propició el
Eibar, al tiempo que
Valladolid,
Granada y
Levante totalizaron tres (los dos primeros vencieron sus partidos, en un alarde de efectividad).
En resumen, no hay datos que sustenten firmemente la afirmación de que el 1-3-4-2-1 es un sistema más defensivo y menos ofensivo, al menos en su materialización práctica en el
Betis. Además, el grueso de la actual plantilla, diseñada paradójicamente para ese dibujo pese a conocerse que no seguiría al frente de
Setién (tres de los cinco laterales en nómina son extremos reconvertidos y sólo
Barragán puede considerarse más conservador; un par de extremos puros solamente; centrales con mejor salida y anticipación que velocidad...), se siente más cómodo con esta disposición en el campo.
De puertas para afuera, además, parece que, así, se vean menos las costuras a una escuadra que sufre cuando ha de replegarse, sobre todo tras pérdida, y que, en su deseo de
ser más vertical y directa, aparenta no tener un plan definido, sino ir a espasmos, sobre todo después de recibir el primer golpe.