Desde el último ascenso a Primera división, la Real Sociedad se sintió siempre más cómoda con lo que proponían Montanier, Eusebio o, incluso, Arrasate que con el constreñimiento que le ayudó al retorno de Lasarte o el conservadurismo de Moyes. Ahora, después de casi dos años y medio implementando un estilo vistoso y ofensivo, buscando el equilibrio para no ser un coladero, pero sin perder prestancia y llegada, toca otro giro de tuerca. De 180 grados, nada menos. Las fenomenales campañas de Asier Garitano al frente del Leganés le valieron para dar el salto a un club de mayor potencial, si bien la transición está siendo compleja, en parte por los jugadores que componen el plantel donostiarra.
Intentan Aperribay y los que lo rodean que no sea una involución, sino un camino hacia el término medio, hacia la solvencia. Pero resta mucho al conjunto 'txuri-urdin' para adquirir una identidad que sí quedó impregnada en Butarque. Y, más aún, que la grada de Anoeta acepte como suyo ese estilo, rocoso a veces, especialmente si no va acompañado de resultados.
Garitano, un entrenador serio, estudioso y en absoluto intransigente, parece haber abandonado su 1-4-4-2 del arranque, con cuatro mediocentros en la parcela ancha para que Mikel Merino y Rubén Pardo ejercieran de interiores, por un 1-4-2-3-1 más lógico con los mimbres que tiene.