De nada sirven las sensaciones o el control si no se materializan en números, si no lo convierte en diferencia con futbolistas capaces de marcarla. Precisamente lo que el faltó ayer al
Betis en una primera parte en la que mandó sin discusión y se instaló en el feudo sevillista, donde añoró el talento suficiente para traducirlo en una ventaja cómoda.
Rubén Castro sigue sin reencontrarse y
Sanabria no termina de justificar su fichaje, sin precisión arriba, lo que reservó el protagonismo para
Riza Durmisi, la vía de penetración del Betis en los primeros 45 minutos y el único capaz de superar a
Sergio Rico. El danés, rápido y seguro de sí mismo, sabía que enfrente tenía a un futbolista alejado de su zona al que podría hacer sufrir si explotaba sus armas.
Y así lo hizo, armado de su velocidad y habilidad, con las que superó una y otra vez a
Sarabia, incapaz de frenar sus internadas y posteriores centros. Uno de estos servicios lo dirigió a la testa de
Sanabria, impreciso en remate de cabeza a pesar de su posición franca. Además de la generación de peligro, su incesante percusión por la izquierda impidió que
Sarabia recorriera la banda con el consecuente menoscabo para la salida nervionense. Aportación a la que sumó la transformación de un golpe franco para adelantar a los verdiblancos con la ayuda de la barrera.
Tanto daño había causado, que
Sampaoli sentó a Sarabia en el descanso, principio del fin de la tiranía de
Durmisi, contagiado del bajón generalizado del
Betis en la reanudación.