Heliópolis, 31 de mayo de 1997. El
Betis, clasificado para la final de la
Copa del Rey y con su pasaporte europeo matemáticamente sellado, recibía a un
Sporting de Gijón que se jugaba la vida. De hecho, los asturianos necesitaban ganar para alejarse de la zona de descenso más numerosa de la historia (para que la máxima categoría pasase de 22 a 20 equipos se decidió que bajasen los cuatro últimos y que el 18º disputase una promoción con el tercero de Segunda), algo que tendría una repercusión directa en la situación de sus principales rivales, entre los que se encontraba el
Sevilla.
Y precisamente este detalle lo tuvo muy presente la
grada heliopolitana, que desde el principio hizo que los rojiblancos se sintiesen como en casa. "Ya cuando salimos a calentar, me sorprendió que la gente nos animase; parecía que jugábamos en El Molinón",
recuerda para ESTADIO el héroe de aquel partido, el ruso
Dmitri Cheryshev, quien decidió la contienda con un gol a los 56 minutos cuyo recuerdo sigue bien fresco en su memoria...
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