Al Real Madrid le ha valido media parte para pasar a una nueva final de Euroliga, y es que los blancos se han servido de un arrollador inicio para ganar a un combativo Olympiacos, en la reedición de la final de 2023. Así los blancos tendrán la oportunidad el domingo de defender su estatus de campeones ante el Panathinaikos tras imponerse por 87 a 76, después de un partido en el que por momentos ofrecieron una imagen impecable pero que se complicó en la segunda mitad. Y eso que el duelo llegaba envuelto en un velo de atractivo y morbo, el lógico después de que en la campaña previa ambos jugasen un disputado encuentro por el título que se decidió con una canasta milagrosa sobre la bocina de Sergio Llull. Esto vaticinaba un cara a cara equilibrado desde el inicio, pero no fue tal.
La primera mitad del conjunto blanco fue quizás el mejor momento desde que lo dirige Chus Mateo, una obra excelsa, en la que los jugadores lo hicieron todo bien y dejaron sin oxígeno ni ideas a un rival que no sabía por dónde le daba el aire. Los primeros trazos ofensivos los entregaron los 'brates', Mario Hezonja y Dzanan Musa, quienes firmaron entre los dos un 5 de 6 en triples que puso el 19-8. Eran los brazos ejecutores al servicio del cerebro Facundo Campazzo, que acabó el primer cuarto con 6 asistencias y 4 de los 10 rebotes de su equipo. Además el cuadro español apretó en defensa, con una intensidad a la altura del escenario y un Walter Tavares que metía miedo en la pintura. Eso le permitió al equipo conceder solo diez puntos, nunca más de tres seguidos; poner tres tapones y dejar al Olympiacos en 2 de 6 en tiros de dos y en 2 de 8 en triples.
La excelencia logró trasladarla el vigente campeón al segundo acto, en el que fue capaz de replicar los 28 puntos anteriores con sus elementos de rotación, entre ellos un Sergio Rodríguez y un Vincent Poirier que hacían maravillas con un perfecto entendimiento entre sí. Sin embargo el bando griego ya no era el de antes. Algo menos alicaído gracias al 0-5 de parcial con el que volvió al parqué y más suelto en ataque guiado por Shaquielle McKissic, comenzó a ser peligroso cuando el intercambio de canastas dejó de ser una constante.
Eso sucedió en el amanecer de la segunda mitad, cuando Alec Peters decidió pedir la bola y empezar a jugar. A medida que crecía su confianza, reflejada en catorce puntos durante el tercer acto, se incrementó la del colectivo de rojo y blanco. En un aro y en otro. Así pudieron castigar uno de los pocos puntos débiles del Real Madrid, el del rebote ofensivo. Siete capturaron los de Georgios Bartzokas en ese tramo más seis defensivos, dominando claramente en el apartado de las capturas y generando algo de preocupación a un oponente que tenía problemas para sumar.
Sorteó el cuadro madridista ese momento delicado, sin permitir que la ventaja fuese inferior a la barrera psicológica de los diez puntos hasta que un triple de Nigel Williams-Goss hizo caer el muro a falta de seis minutos y medio para la conclusión del choque. Afortunadamente para el Real Madrid, la herida no sangró más y estuvieron fríos en los momentos más calientes. Los jugadores supieron mantenerse estables en esos márgenes y dar un mordisco final por medio de dos excelentes defensas de Campazzo y dos anotaciones de Musa que certificaron el triunfo.