Cualquiera que analizara los números del
Real Sociedad-Real Betis apostaría por el empate. Misma posesión (50,4 a 49,6) 6-5 en remates a puerta a favor de los donostiarras, casi los mismos balones recuperados (53-50) y perdidos (130-118), los mismos pases completados (empate a 109)... Sin embargo, la diferencia en el marcador no indica lo mismo. Y las sensaciones, tampoco.
La sensación es que mientras el
Betis amaga, sus rivales golpean; que si bien con su calidad arriba es capaz de abrir huecos donde no los hay y lograr algún gol, sus rivales sólo tienen que acercarse al
área bética para desequilibrar la balanza; que mientras al
Betis se le ve lento en la transición y casi nunca pilla desprevenido a su rival –al menos hoy-, los delanteros de la Real llegaban como 'aviones'… Y para colmo, como otras tantas veces, no es capaz ni de utilizar otras armas para equilibrar el déficit defensivo y, una vez más, recibe el doble de faltas que comete.
No es una "cuestión de fortuna en momentos puntuales", como señaló
Rubi al final, y ni siquiera se le puede culpar a la palpable ansiedad que muestra el equipo por este mal inicio de campaña; es también una cuestión de trabajo defensivo, de saber aprovechar los recursos de que dispone, de conocer cuáles son tus virtudes y tus defectos y jugar en función de ello, de que no te tiemble la mano para tomar medidas impopulares... Es un trabajo para el día a día, que
Rubi aún no habría detectado –lo que sería preocupante- o no ha sabido resolver. Después de nueve jornadas y cuatro meses de trabajo, la paciencia se reduce y los resultados exigen cambios drásticos. Su puesto empieza a depender de ello.