Sampaoli no tiene principios

Antonio José MedinaAntonio José Medina
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Sampaoli no tiene principios
- Antonio Medina
Groucho Marx, si viviera y le gustara el fútbol, podría decir que Sampaoli tiene unos principios y si no le valen, tiene también otros. Y eso, precisamente, le hace más grande. El técnico argentino presume de querer ganar dominando a su rival y de no renunciar a este principio ni ante enemigos más poderosos, pero de lo que no presume y sí practica es precisamente de lo contrario, de adaptarse a cada situación y hacer lo que sea necesario para lograr lo que todo técnico busca por encima de todo: vencer.
 
La prueba, ya lejana, la pudimos ver ante el Villarreal en la segunda jornada de Liga, cuando después de haber encajado cuatro goles frente al Espanyol, cerró el grifo y antepuso el orden y el control del partido a una ofensiva que podría darle muchos problemas ante un rival tan poderoso. En menor medida, lo ha repetido en muchos partidos que se le han puesto cuesta arriba y en otras situaciones que lo requerían y se ha adaptado al nuevo contexto que se le presentaba.

Sampaoli acepta los errores, busca soluciones –por eso tiene el banquillo más goleador-, cambia los partidos con sus variaciones –el sábado varió hasta cuatro veces de sistema- y no duda en renunciar a esos ´principios´ de los que se enorgullece. En el último caso, la posesión. Eso, aunque a alguno no le guste, es mano de buen entrenador.
 
El Sevilla tal vez pudiera parecer el sábado superior al Depor, pese a lo ajustado del marcador, pero esa superioridad no se tradujo como ocurría no hace mucho tiempo en un monopolio del balón y en un dominio absoluto del juego. El equipo de Pepe Mel casi igualó (52%-48%) la posesión a un rival que presume de apabullar a los enemigos. Y el Sevilla ganó. Como debía vencer, por lo civil o lo criminal. 
 
El equipo nervionense llevaba un mes sin ganar pero, salvo ante el Barça y en la segunda mitad de Mendizorroza, no se había movido un ápice de esa idea de tener el balón por encima de todo. De hecho, siempre dejaba a los contrarios por debajo del 40% de posesión, pero eso sólo se había traducido en tres puntos de quince. Había que cambiar algo para que, a partir de ahora, todo vuelva a ser igual. Fuera ese el motivo o no, logró ganar. Y con tres puntos todo se trabaja mucho más fácil.