La fidelidad a un estilo no significa inmovilismo táctico, sino adaptarse a las circunstancias sin renunciar a una filosofía innegociable. Licencia que se tomó ayer
Setién para tratar de neutralizar el potencial barcelonista con la inclusión de
Javi García en el centro de la defensa para formar una línea de tres centrales y utilizar dos laterales largos.
Francis y Durmisi disponían de todo el carril para incorporarse, ya que tanto
Joaquín como
Tello ejercían más de interiores que de extremos, con tendencia al centro para colaborar en la elaboración y generar superioridades.
A su vez, tanto
Guardado como
Fabián se encargaban de las coberturas para cubrir las espaldas de los dos carrileros. Con estas consignas, el
Betis pretendió minimizar los espacios al
Barcelona para ahogar su circulación, para lo que practicó una intensa presión en la salida azulgrana y juntó las líneas con la consecuente defensa adelantada. Esta arriesgada idea exigía un repliegue consistente cuando el Barça superara esta contención, lo que aplicó con orden hasta que pudo a la hora de resistir a las acometidas rivales en propio campo. Con el esférico, los de
Setién apostaron por transiciones rápidas, casi siempre tras recuperaciones, buscando las subidas por banda y las combinaciones en corto cuando atacaban en estático, si bien le costaba encontrar espacios ante la intensidad catalana.
Con el paso de los minutos el dominio azulgrana aumentó y cada vez le duraba menos el esférico a los verdiblancos, que en el 59’ pagaron el peaje de la defensa adelantada en la primera desaplicación colectiva y poco después los riesgos asumidos en la salida. La intención conllevaba una posible penitencia y el partido se le hizo largo para sostenerla ante un rival que acabó desatado.