Traicioneros. Así son los titulares en innumerables ocasiones; especialmente en el mundo del fútbol, donde no existe memoria. Pero la operación de Monchi y el Sevilla FC con Erik Lamela va camino de convertirse en un verdadero atraco. Eso nadie puede dudarlo a día de hoy; espero que mañana tampoco.
Mientras que las lesiones respeten al Coco y que los caprichos del fútbol no le deparen en Nervión una historia similar a la que protagonizó André Silva años atrás, Lamelaestá en puertas de convertirse en el fichaje; en un verdadero robo a mano armada, a punta de navaja. En un traicionero tirón de bolso en un vespino...
Tres goles y una asistencia en seis partidos como sevillista; un debut con doblete; tres tantos en sus dos primeras apariciones a las órdenes de Lopetegui; un tanto cada 84' en LaLiga... Lo dicho: ¡Levanten las manos, esto es un atraco! Algo así debió decir Monchi cuando se sentó a negociar con el Tottenham el pasado verano en una compleja operación en la que el canterano Bryan Gil fue la piedra angular de la misma. Un movimiento que, por la presencia del barbateño, despertó la polémica.
Discutida por un sector del sevillismo que no entendía la marcha del prometedor canterano, otros, como yo, siempre defendieron lo oportuno del movimiento. Si ya me parecía acertado entonces por cuestiones económicas y puramente contables, ahora hay que sumarle unos argumentos deportivos que convierten la negociación en sobresaliente. Maravillosa.
Y a las pruebas me remitía, y me remito. Entonces, el Sevilla FC cambiaba a un suplente ante los ojos de Lopetegui por unos 25 millones de euros que en tiempos de depresión económica servían al director deportivo para salvar la papeleta y poder acelerar una planificación deportiva que estaba paralizada por el inmovilismo del mercado. Encima, sumaba al plantel a un buen recurso que llegaba gratis y que, como mínimo, partiría con el mismo cartel de suplente que Bryan.
Y si especialmente importante fue el movimiento, también lo era el momento. Pues luego llegaría al rescate LaLiga con el balón de oxígeno del fondo CVC, pero en ese momento eran Monchi y el Sevilla FC los únicos que prácticamente habían hecho sus deberes, en un intento de seguir creciendo y no tener que tocar la columna vertebral sevillista. Ambición lo llaman.
Luego, encima, llegaría el rendimiento de Lamela en forma de goles y asistencias. Un movimiento redondo; al menos hasta ahora. Un 'robo' de guante blanco, el de Monchi, con premeditación y alevosía. Pues el de San Fernando conocía muy bien al chico, muy de cerca. Tanto, que ya intentó firmarlo cuando tenía 12 años. Cuando fue descubierto por técnicos del Sevilla FC durante una torneo que los infantiles de River disputaron en Galicia.
Su invitación a venir a Nervión, en cambio, no fue aceptada por su familia, quien también hizo oídos sordos a un movimiento del Barcelona a cambio de 120.000 euros por temporada. Erik era solo un crío, y debía crecer en Argentina, junto a su familia, pensaron en casa de los Lamela. Años más tarde, con 19 años, acabaría cruzando el charco con destino a Roma en 2011. Monchi nunca le quitaría el ojo de encima.