Se aferró
Caparrós a la máxima de no cambiar lo que funciona, y ayer, ante el Valencia, sólo tocó lo estrictamente obligado por lesión o por sanción con respecto al del Espanyol:
Munir, por
André Silva, y el canterano
Javi Díaz por Soriano, al no llegar tampoco
Tomas Vaclik. Y en ese 4-4-2 asimétrico que ya utilizó en el
RCDE Stadium, el utrerano volvió a contar con el doble pivote y con
Banega caído a la banda derecha, jugando como falso extremo.
Una fórmula con la que mantener al '10', indiscutible, a la vez que aporta músculo a la zona ancha sin renunciar a los dos puntas en la vanguardia. Una gran idea sobre la teoría que ayer, en la práctica, no salió, mostrándose el albiceleste ahí sumamente incómodo. Y buena prueba de ello, el penalti sobre
Gayà que cometió poco antes del paso por vestuarios, o cómo intercambiaba continuamente su posición con un anárquico
Amadou que, desde el doble pivote, se descolgaba en demasía hacia el ataque, generando superioridades pese a sus carencias de cara al arco rival.
Gonalons, mientras, era el encargado de mantener la posición y hacer las veces de eje.
En el descanso, ya con el 0-1 en el marcador y obligados a ir por el partido, tras un inicio en el que ambos conjuntos salieron a no perder,
Caparrós buscó soluciones y le dio entrada a
Franco Vázquez, por
Amadou, pasando
Banega al centro y haciendo el
Mudo de falso extremo. Continuó la asimetría sobre el verde, pero las piezas engranaban mejor ahora. El rosarino jugaba por el centro en pocos toques y el
Mudo llegaba al área rival con mucho peligro. Se rozó el empate, pero no pudo ser. Otro gallo habría cantado, quizá, con el Mudo desde el inicio.