Cuando el agua llega al cuello (el Sevilla hubiera sumado por primera vez en esta temporada tres partidos consecutivos sin ganar) está visto y comprobado que importa más el ganar que el cómo ganar. Aquí, en Las Palmas o en Casilda. Y no es eso cuestión de crítica, sino de supervivencia, de ambición y de querer ir a por la Liga... Pues ayer, en el Estadio de Gran Canaria, Jorge Sampaoli volvió a demostrar su inteligencia, acertando nuevamente con los cambios y disfrazándose de Unai Emery para acabar ganando el partido con fútbol directo y pelotazo, como tantas otras veces hizo el de Hondarribia, con quien se ganaron tres copas de la Europa League de manera consecutiva. Y es que cuando uno se encuentra con la horma de su zapato en un estadio en el que, además, están acostumbrados a llevar el guion del partido, difícil (que no imposible) es meterle mano a un rival que intenta jugar al fútbol tan bien como tú. Y ahí, con una defensa de cuatro con Pablo Sarabia como lateral izquierdo ante las numerosas bajas en la zaga, Sevilla y Las Palmas se neutralizaron el uno al otro durante gran parte del encuentro. Un partido en el que N’Zonzi no fue el Steven que requiere este Sevilla y en el que Sampaoli tuvo que tirar de hombres como Iborra, quien prolongó de cabeza un balón para que Correa, que también había salido del banquillo, hiciera el gol de la victoria a las primeras de cambio. ‘Estos son mis principios. Y si no le gustan, tengo otros’, decía Groucho. Y es que el ganar, y no el cómo, prima tanto aquí como en Casilda.