La advertencia de
Setién sirvió de muy poco. Alertó de la necesidad de corregir los errores de concentración, algo clave para acabar con esa falta de consistencia que el
Betis viene sufriendo fuera de casa y aspecto que estudiaron durante todo el parón y al que dedicó 40 minutos de vídeo, consciente de que el
Eibar genera problemas con juego directo, segundas jugadas y desborde por bandas (
Barragán sufrió con
Inui y
Juncà e
Iván Alejo amargó a
Durmisi en su regreso). Pues, a pesar de estar avisados, en el 6’ ya iban perdiendo. En una jugada sin aparente peligro,
Inui filtró un servicio combado entre
Mandi y
Amat y el catalán, en un intento desesperado por evitar que
Enrich rematase a placer, la tocó lo justo y sin querer batió a
Adán. En el primer despiste, 1-0. El segundo error lo pagó igual de caro: rechace de un córner a favor,
Inui abrió a la izquierda,
Juncà la colgó y
Escalante puso el 2-0 al rematar en el área pequeña totalmente solo entre
Javi García y
Barragán, que se miraban, incrédulos, preguntándose de quién era la marca. Más riguroso fue el 3-0, de penalti después de una discutible roja a
Mandi, quien, eso sí, antes había perdido la posición ante
Charles. Ahí se rompió todo y se abrió más la herida. Llegó un cuarto y un quinto de un Eibar que hasta ayer sólo había sido capaz de marcar seis goles en las 11 jornadas anteriores.
El
Betis no corrigió sus errores, pero lo peor es que no aparecieron sus virtudes: facilidad para generar y puntería para aprovecharlo. Ayer, nada de nada. Sin presionar arriba, el
Eibar bloqueaba a
Javi García,
Camarasa y
Fabián y obligaba al
Betis a salir en largo y, por ende, a perder muy pronto la posesión del balón. Luego, juntaba líneas e impedía que el
Betis tocase en territorio armero más allá de contadas conexiones entre
Joaquín y
Sergio León. Ya con 10,
Setién buscó reaccionar con un 1-4-3-2, pero ya era muy tarde.