El partido de ayer del
Betis deja un inevitable mal sabor de boca. Contó con solidez defensiva, tuvo siempre la iniciativa y demostró, con muy poco, ser muy superior a un rival en descenso que poco o nada propuso en ataque, al margen de algún intento de contragolpe. Sin embargo, el resumen fue un quiero y no puedo. Un despliegue de intensidad y de buenas intenciones evaporado por culpa de una falta de fluidez que acaba limitando todo a hallar el acierto a balón parado (la más clara, de
Pezzella) o a que Rubén cace alguna.
Si bien es cierto que los verdiblancos encerraban en su campo al
Sporting, también lo es que sólo lo hacían a base de empuje y de una presión en campo rival que generó muchos robos. Con el balón, nada de nada.
Ceballos habla un idioma que el resto del equipo no descifra y el
Betis es incapaz de generar dominio a través de la posesión. El utrerano, sin duda, será el más impaciente por saber cuándo llega Rubén Pardo, quien le va a ayudar a poner pausa y a romper la ansiedad y la precipitación que generan la falta de ideas.
Brasanac y
Jonas Martin no estuvieron mal, pero ayudaron muy poco al '10', obligando a
Pezzella a intentar asumir unas funciones en la elaboración que no le corresponden y en las que no brilla.
El serbio fue una de las novedades del once. Las otras fueron las de
Bruno, que jugó en el perfil diestro y desplazó a Pezzella al sitio del ausente
José Carlos, y
Zozulia. El agente del ucraniano dijo que era injusto juzgar a alquien "que sólo juega 15 minutos cada dos o tres partidos". Ayer tuvo 52' y su evaluación fue igual de negativa: siempre estaba en fuera de juego y falló la única ocasión que tuvo.
Los cambios, sin desentonar, tampoco mejoraron el producto final. Si acaso,
Álex Alegría, que se hartó de bajar balones y abrió una vía, la del juego directo, que tampoco sirvió para generar peligro.