Bautizaron Sevilla y Betis el partido de ayer en el Sánchez Pizjuán como el Gran Derbi; un histórico duelo cainita entre los dos grandes clubes de la capital hispalense que, sin embargo, no estuvo a la altura. Un encuentro áspero en el que apenas hubo fútbol, apareciendo tímidas pinceladas en la segunda mitad, y en el que el colegiado rayó al nivel del bajo listón impuesto por ambos equipos, resultando ser uno de los grandes protagonistas del mismo al anular por fuera de juego inexistente un tanto del Betis que bien hubiera supuesto el empate a uno. Un punto para cada equipo que, visto lo visto - o más bien lo no visto- hubiera sido lo más justo. Y es que el Gran Derbi resultó ser el 'Gran Queo', un encuentro en el que poco o nada se correspondió con lo prometido por unos y otros.
Aventuró Jorge Sampaoli "un partido de barrio" en el Sánchez Pizjuán y eso, precisamente, es lo que se vio especialmente durante la primera mitad. Pero no porque ambos conjuntos se midieran a cara de perro, sino porque tanto uno como otro, partiendo desde el 4-3-3, corrieron como pollo sin cabeza tras el balón generando un auténtico desorden y agolpándose en el centro del campo. Y es que ahí es donde se jugó gran parte del partido, teniendo ambos las líneas muy adelantadas. Los de Nervión, con un intento de fútbol directo y una presión arriba que hizo aguas en la entrega, donde las imprecisiones se repitieron; y el Betis, con un centro del campo perdido que intentó equilibrar con el contacto físico y la sucesión de faltas. Un Betis que sólo supo hilar una jugada -la del gol mal anulado por parte del árbitro- y un Sevilla que circuló algo más la pelota, aunque sin claridad, y que se adelantó a balón parado: el 'Gran Queo'.