Mucho se ha especulado desde que anoche se conociera la noticia del adiós de
Monchi. Se ha achacado al cansancio, a la presión que soporta por su viinculación al
Sevilla FC, a ofertas de equipos poderosos -hoy abren portada los dos periódicos deportivos catalanes señalando que negocia con el
Real Madrid-, pero la realidad es mucho más simple.
De hecho, nada hacía indicar justo antes del
Consejo que el director deportivo sevillista pudiera irse. Tanto los directivos, encabezados por José Castro, como el propio
Monchi, que estuvo a media tarde en una entrega de premios, trabajaron con normalidad. Es decir, que no fue una decisión premeditada y que todo ocurrió dentro del propio Consejo. Discrepancias sobre la visión que unos y otros tienen del proyecto deportivo y de la inversión en fichajes fueron las causantes del enfado y de un adiós en caliente, que se podía haber quedado ahí, en el plano privado y haberse reconducido hoy con los ánimos más calmado por todas las partes. Y que, sin embargo, tras la filtración interesada de su marcha no parece una solución tan fácil.
Pese a ello, nadie descarta que las aguas vuelvan a su cauce y que Monchi cumpla el sueño de la mayor parte del sevillismo y siga dirigiendo la dirección deportiva del
Sevilla F.C. De hecho, desde el club siguen sin pronunciarse a la espera de que hoy puedan aclararse los malentendidos y que vuelva a reinar la normalidad.
En caso contrario, pese a que su salida no tendría consecuencias drásticas en la planificación, pues tanto él como su equipo tienen perfilados los objetivos a reforzar este año y marcados en rojo los posibles nombres, sí podría tenerlas en un
Emery cuya cláusula de rescisión de contrato es irrisoria a partir de mañana y al que acechan las libras estrelinas y el poder de Jorge Mendes.