"Dígale a mi compadre Baby Acosta que mi hija me pregunta que dónde está su padrino". Lo apunta
Dante Sanabria entre risas y un considerable sabor a nostalgia. Militó dos temporadas en el
Sevilla, de 1985 a 1987, pero al exdelantero argentino le bastaron para coleccionar un buen número de recuerdos inolvidables, tanto en lo deportivo como en lo personal.
- Haga memoria y cuénteme cómo se gestionó su fichaje por el Sevilla en 1985.- Llevaba casi tres años en el Hércules y gente del Sevilla vino a verme durante la temporada porque en junio cumplía contrato. Me reuní un par de veces con su mánager y, aunque tenía otra oferta, hicimos un precontrato. El Hércules entonces me hizo una propuesta, pero no llegamos a un acuerdo; tanto a mí como a mi familia nos gustó la idea de irnos a Sevilla.
- ¿Cuál fue su primera impresión cuando llegó?- Un calor terrible (risas), pero muy bien. Los andaluces son como nosotros los argentinos, apasionados del fútbol, les gustan las cosas buenas, el vino, salir, disfrutar.... La gente es muy abierta y me sentí cómodo desde el principio. Además, allá tuve una de las alegrías más grandes de mi vida. El nacimiento de mi segunda hija, de Natalia. ¿Conoce a Baby Acosta?
- Claro, es un mito del Sevilla y sigue trabajando en el club. ¿Coincidió con él?- Nos hicimos grandes amigos y es padrino de mi hija, hace tiempo que no trato con él. Yo, a los seis meses de llegar, monté un asador enfrente de su bar, se llamaba Dante´s, era una parrilla de carne argentina. Como estaba cerca del estadio, muchos sevillistas pasaban por allí antes de los partidos y se tomaban unas cervezas y unas tapitas. Mi mujer me contaba siempre que se llenaba.
- ¿Cómo le fue deportivamente en Nervión?- El primer año me fue muy bien, había un grupo muy lindo, me acuerdo mucho del entrenador, de Manolo Cardo, el cateto. Era un tipazo, un buen amigo. El segundo año se cambió de presidente, llegó el juguetero (Cuervas) y trajo a un técnico escocés (John Wallace), que era un tipo de hielo y no me trataba bien. Por entonces Argentina estaba en guerra con los ingleses y creo que politizó el grupo.
- ¿Se queda con algún momento en especial?- Tengo la suerte de formar parte de los derbis, pues marqué en el primero que jugué, que ganamos por 1-0 en casa. Tenía una molestia en la pierna, pero como era un derbi lo quería jugar y me recuperé. La cancha estaba a tope. Detrás del arco, había una peña, los Biris, estaban enloquecidos y cantaron todo el partido. Los béticos que habíatambién se hacían escuchar, pero se quedaron muchos con mi gol.
- Justo antes de venir anotó un gol con el Hércules que le permitió salvarse y que por poco le cuesta el descenso al Betis.- Aquel gol es historia en Alicante. Para salvarnos necesitábamos ganar en el Bernabéu, porque sabíamos que Málaga y Betis habían arreglado un empate que los salvaba a ambos. Nadie daba nada por nosotros pero les salió mal. Me contaron que cuando yo marqué al Real Madrid empezaron a jugar de verdad, a ver quién ganaba, pues el que perdiera bajaba. Al final cayó el Málaga
- ¿Se lo recordaron los béticos cuando llegó al Sevilla?- Me lo recordaban mucho. Me cruzaba con gente del Betis que me decía que por mi culpa por poco bajan a Segunda y que justamente después venía al Sevilla. Encima luego le marqué en el primer derbi. Recuerdo que en el campo del Betis le gente me decía de todo cuando iba a sacar un córner.
- ¿Cómo era aquel vestuario?- El ambiente era bárbaro. Todo el día con bromas, con alegría, sobre todo con Cardo, cómo le hacíamos reír. El segundo año no había forma de sacarle una sonrisa al escocés, que tenía un traductor que ni siquiera hablaba bien inglés, pero nosotros seguíamos a lo nuestro, trabajando duro en el campo y con buen rollo fuera.
- ¿Recuerda alguna anécdota?- Hay muchas, pero como las cuente me matan mis excompañeros. Lo bueno es que nos juntábamos para irnos a comer, para ir a la Feria. Allí recuerdo que no me dejaban ni terminarme una copa, porque cada uno me tiraba de un brazo. No parábamos. Me encantaba la Feria, me vestían a la niña de flamenca, se paseaba a caballo. Hicimos muy buenos amigos.
- ¿Aprendió a bailar sevillanas?- Más o menos (risas). Mi hija y mi mujer sí que aprendieron. Todavía guardan unas castañuelas, una peineta, los vestiditos... Yo me traje una bota de vino.
- ¿Qué fue de Dante Sanabria cuando acabó en Nervión?- Tenía una oferta del Espanyol, pero el Xerez la igualó y me fui cerquita. Ya luego me lesioné y decidí volver a mi país y, aunque Huracán me quiso, me retiré. Monté unos negocios con mi hermano, me fue bien y aún tengo plata (risas). Ahora juego con los veteranos de Rosario.
- ¿Qué lugar ocupa el Sevilla en su corazón?- Tengo el cable y siempre que lo echan por televisión lo sigo en casa. Me alegra ver que está arriba, sobre todo por la afición, que es una maravilla. Seré sevillista hasta la muerte.