El uruguayo rememora su etapa como sevillista | ¿Qué pasó con...? Magallanes

"Pueden verte borracho, que si se gana eres un fenómeno"

"Pueden verte borracho, que si se gana eres un fenómeno"
- Alejandro Sáez
Alejandro SáezAlejandro Sáez 12 min lectura
Muchos recordarán a Magallanes por su único tanto como sevillista, ante el Racing, tras un festival anotador de Baptista; un gol que la grada del Sánchez Pizjuán se tomó a sorna y que, según las crónicas de la época, el delantero confundió con el fervor de la grada. Años después, el propio Magallanes tacha la gesta de "anécdota" y rememora para ESTADIO Deportivo sus hazañas como futbolista profesional, una ocupación que le causó cierto desencanto y que ahora, sin problemas económicos ni complicaciones de ningún tipo, le ha llevado a vivir la vida a su manera; a acostarse cuando quiere y a levantarse cuando le apetece, como él mismo reconoce.

- ¿Qué pasó con Magallanes? ¿Sigue en España?
- Estoy en Santander; vivo aquí desde hace tiempo, aunque viendo cómo está la situación tampoco descarto volverme a mi país (Uruguay). Tengo pensado ir en febrero y pasar un tiempo con la familia, a la que no veo desde el año pasado, cuando pasé allí las fiestas.

- ¿A qué se dedica?
- Ahora a nada, no hago nada. Vivo tranquilo por el momento, recuperándome de una lesión.

- ¿Qué le ha pasado?
- Tuve un accidente.

- ¿Algo grave?
- No, nada... Se me fue el coche y me di con una farola.

- ¿Tiene negocios, sigue vinculado al fútbol?
- No, nada. Más adelante tendré que plantearme el hacer algo que me guste, porque la vida comienza a convertirse en rutina. Tengo que pensar, pero algo que me guste y que no abandone a los dos días.
He jugado al fútbol indoor, poco más he hecho vinculado con el fútbol. Necesitaba otros aires, vivir la vida a mi bola.

- Es decir, vive de las rentas del fútbol, ¿no?
- Sí, no he hecho nada desde que dejé el Mérida en abril de 2009; me he dedicado a disfrutar de la tranquilidad.

- ¿Y le ha dado para vivir sin complicaciones económicas?
- Sí, vivo sin problemas de nada. Tuve una relación de mucho tiempo y lo dejamos, ya me quedé aquí, en Santander. Vivo solo y sin complicaciones; estoy bien, no me gusta vivir discutiendo.

- Se le nota desencantado...
- Cuando estás cargado de cosas que no te gustan en el fútbol es lo que tiene. Yo siempre jugué para divertirme, nunca por dinero ni por fama. Yo no quería salir en los periódicos, en el fútbol me ha tocado vivir cosas buenas y malas, como a tantos otros.
A mí, luego, me han invitado a ver al Racing en El Sardinero y no he ido, prefería estar divirtiéndome con los míos.

- Centrándonos en el Sevilla, ¿qué recuerdos guarda de aquellos seis meses?
- Fue bonito. No jugué lo que esperaba, el equipo iba mal y de repente pegó un cambio. Digamos que estuve, que completé la plantilla (bromea). Sevilla es una gran ciudad, una de las mejores de España, donde la gente no se preocupa por tonterías. Si ganas, bien; si no, pues nada.

- Llegó en enero, para cubrir el hueco dejado por Reyes, y jugó poco, muy poco.
- Sí, venía de estar parado; sin equipo. En lo personal aposté mucho por el proyecto, que era bonito. Llegué con la mentalidad de cualquier jugador, que era jugar. Cuando acabé, cogí mi maleta y me marché. Tenía otras ofertas y tomé la decisión de ir a Sevilla, aposté mucho por ello. En lo futbolístico, como es obvio, no me fue bien, jugué poco. Pero en lo personal fue una experiencia muy enriquecedora. Sevilla es una ciudad con mucha vida; no hace falta descubrirla. A la gente, allí, le gusta pasarlo bien. Era un equipo con gente joven, que estaba a pocos puntos del descenso y que luego empezó a ganar y a subir en la tabla hasta meterse en UEFA. Compartí vestuario con profesionales de la talla de Sergio Ramos y Jesús Navas.

- ¿Ha vuelto?
- No he tenido la oportunidad. Fueron unos meses geniales, tuve ocasión de conocer la Feria y El Rocío; en ese sentido me fui muy contento. Era gente muy guay, una experiencia muy heavy; unos meses geniales.

- ¿Cómo era aquel vestuario?
- Muy sano, daba gusto ir a entrenar. Lo que pasa es que luego llegaba el domingo y no ibas convocado... Salíamos a comer y a cenar todos juntos; éramos muchos jugadores jóvenes y todos íbamos a una.

- Consiguió marcar un gol como sevillista.
- Sí, casualmente contra el Racing. Fue pura casualidad, para mí queda como anécdota; jugué cuatro o cinco minutos y Baptista había marcado ya cuatro goles.

- ¿Qué tal con Caparrós?
- Bien. No tuve mucho trato con él, pero tampoco ningún problema.

- A España llegó de la mano del Real Madrid.
- Sí, llevaba dos años en Italia, en el Atalanta. Estaba de vacaciones en Ibiza cuando recibí una llamada de mi agente diciéndome que estuviera atento al teléfono, que había posibilidad de firmar por el Real Madrid. Yo le dije: "¿En serio? Pero si profesionalmente no he hecho mucho para estar en ese equipo".
Luego vi que allí, en el Real Madrid, no tenía sitio y se buscó una cesión. Salieron el Tenerife y el Racing, hablé con gente y finalmente me decanté por Santander; conocí a una chica y aquí sigo. Ahora estoy solo, tranquilo, y sin necesidad de compartir mi vida con nadie; no queda otra que pasar página. También tuve otra relación de un año: nos veíamos, salíamos juntos... Éramos amigos. Mi familia está en Uruguay, tengo una hija de 16 años que está estudiando allí.

- Vivió varios descensos en su carrera como profesional.
- La verdad es que sí, que me tocó vivir esa parte del fútbol. Fichaba en el último momento por equipos en los que había buenos futbolistas, plantillas configuradas para estar más arriba. Pero al final, lamentablemente, descendíamos. En lo personal, cuesta. Pero si no realizas la pretemporada, no coges ritmo y eso se nota al final. Encima, llegas con nombre, con cartel de buen futbolista... Pero no estás preparado físicamente, porque no has tenido tiempo para ello, y el míster pierde la confianza en ti. El fútbol es así, tampoco me volvía loco; cuando juego, yo siempre quiero ganar. La vida continúa.

- ¿Hay muchos interesados alrededor de un futbolista?
- ¡Por supuesto! Mucha gente está al lado tuya por conveniencia, personas interesadas y materialistas. Puedo asegurarte que el teléfono me sonaba diez veces más que ahora. Esa gente, ahora, en cambio, te dice hola y adiós.

- ¿Le ha cambiado mucho la vida tras colgar las botas?
- Sí. Hay otra vida después; vives en una burbuja y todo son castillos en el aire. Todo el mundo te echa la mano por encima, te invita a los sitios, entras y sales de todas partes... Pero dejas el fútbol y vuelves a la realidad, ya no te encuentras todas las puertas abiertas. La vida cambia mucho; no tengo problemas económicos, pero vivo una vida normal. Es una etapa corta que parece que no se va a acabar nunca. Cuando acaba el fútbol, sólo siguen a tu lado tus familiares y algún que otro amigo de verdad.

- ¿Entiende que el fútbol no le ha tratado bien?
- Sinceramente no, en Europa no me ha tratado bien. Me habría gustado hacer más cosas; llegué a la final de una Copa América, en el 99, en la que fui capitán; la perdimos ante Brasil. También jugué un Mundial. Aquí, en Europa, en cambio, no he podido ser todo lo feliz que me habría gustado ser.

- Habrá quien, quizá, piense que usted también hizo méritos para todo ello.
- Son historias. La gente te conoce; sales una noche y parece que haces una matanza. Es lógico: somos gente joven, llegas a Europa, ganas dinero... Tenemos una presión constante y algún día tendrás que salir a tomar una copa. Hay jugadores que salen más y otros que salen menos. Los hay más alegres y menos divertidos.
Si ganas y van bien la cosas no pasa nada. Así, como si te ven borracho y vomitando en la calle; eres un fenómeno porque juegas bien y encima te emborrachas. El problema es cuando se pierde, entonces eres un cabrón, un hijo de puta que no levanta la pierna. Yo he estado en equipos en los que todos éramos superprofesionales, en los que comíamos con agua y acabamos descendiendo. En otros, en cambio, hacíamos rondo y pachanga durante la semana; salíamos de noche, con y sin mujeres, y no pasaba nada. El fútbol no se entiende, había semanas que me las pegaba a la bartola, que trabajaba a media campana y luego, el domingo, hacía dos goles. Son momentos de ánimo. El Sevilla, por ejemplo, era un vestuario muy divertido.

- Al menos, le ha dado para vivir.
-Sí, no puedo quejarme. Yo salgo a cenar con los amigos y pago. Sé que trabajan ocho horas y que les duele más.

- ¿Y el físico, lo mantiene?
- Hay momentos en los que me entreno, otros en los que como bien y engordo un poco. Soy una persona que depende mucho del momento. Cuando tengo ganas de levantarme, me levanto; cuando tengo ganas de ver la tele, pues la veo.